El Gran Elector

En la tradición católica no eran los cardenales quienes elegían al Papa sino el Espíritu Santo. Era el Gran Elector. Hugo Chávez se está convirtiendo en el Gran Elector del Cono Sur. Él es Espíritu Santo del Socialismo del siglo XXI. 

Ahora el venezolano quiere hacer elegir en Uruguay a su amigo tupamaro José Mujica, del Frente Amplio, mientras en Chile apuesta por Marco Enríquez, senador de izquierda radical.

Esta vez los dólares chavecistas llegaron a Uruguay disfrazados de un  negocio. De acuerdo con la investigación del semanario Búsqueda, la empresa Apliser SA, fundada en enero de 2008, y cuyo primer presidente era un primo hermano de Lucía Topolansky, esposa de José Mujica, imprimió en Uruguay 50 000 ejemplares de una obra sobre topografía y catastro venezolanos, a USD6 por unidad, y los exportó a USD 498 al Poder Popular para el Ambiente, un Ministerio venezolano, lo que supuso un beneficio de  USD 32 millones. Por cada dólar invertido recibieron 83 de ganancia. Un negocio mejor y más seguro que vender cocaína. 

La señora Topolansky ha negado cualquier vínculo y su esposo se mantiene silencioso. Sin embargo, los expertos en las injerencias del chavecismo opinan que una suma de esa naturaleza no es una simple estafa al patrimonio venezolano  sino una operación de envergadura que necesitaba visto bueno del Coronel para ser perpetrada.

La injerencia chavecista en Chile toma otro curso: Max Marambio, hoy millonario chileno, ex colaborador de los servicios secretos cubanos durante su  exilio en Cuba, muy cercano a Fidel Castro -quien le permitió amasar una enorme fortuna con negocios en dólares  en el apartheid turístico de la Isla-, es el director  de la campaña de Marco Enríquez-Ominami y, presumiblemente, su mayor financiero. Enríquez-Ominami es un  senador socialista radical, hijo de Miguel Enríquez,  dirigente comunista del Movimiento de Izquierda Revolucionario, muerto en un tiroteo con la Policía en 1975, cuando Marco estaba recién nacido. El joven candidato se propone: “Terminar con esta sociedad brutalmente clasista”.

Si Enríquez llegara a la Presidencia será el triunfo del castro-chavecismo en Chile, y el fin de las dos décadas de moderación y sentido común que, con diversos matices, han caracterizado a los cuatro gobiernos de la Concertación de centroizquierda que han ocupado el Palacio de la Moneda. El país volvería a la crispación de los años setenta y se perdería todo lo que tiene de notable y ejemplar el llamado “modelo chileno” para el resto de los latinoamericanos.

Exactamente lo que desea que suceda el Gran Elector, enemigo a muerte de la dulce izquierda vegetariana chilena.

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