Los informes que se han hecho públicos coinciden en que una acción tan importante y sensible como poner de patitas en la calle a Mrs. Heatge Hotges no estaba, por cierto, en los planes del Jefe y de su brazo derecho Ricardo (uno de sus cuatro brazos y el único brazo izquierdo, según diversas versiones). No. No hay signos se les hubiera ocurrido esa idea, pese a que hay señales de que tal embajadora, llegada a Quito hace 32 meses, no había merecido la simpatía de Correa ni de Patiño. Tanto que pasó 60 días sin credenciales y luciendo el título de “sospechosa”. Todo puede ser pero una expulsión semejante no constaba en los planes oficiales. Pero, de pronto, cayó del cielo –o mejor dicho brotó del infierno- un cable procedente de Wikileaks, enviado al diario El País por cortesía del endiablado Julián Assange, y el texto –que era tan secreto- se convirtió en algo tan público que lo leyeron millones de curiosos, entre ellos, por cierto, el Jefe y su inseparable Ricardo. ¡Y qué cable! Dedicado a la ya garroteada Policía Nacional incluía una mención, evidentemente de mal gusto, al presidente del Ecuador.
Fue cuando funcionó el “fosforito”. Saltó de las iras el Jefe y ordenó poner de patitas en la Casa Blanca –o donde sea- a la autora, aunque sea embajadora de la potencia mayor de la Tierra y representante de Obama y de doña Hillary. Es posible que, por una concesión al imperio y por la perspectiva de que les llamen “apurados”, los dos mandamás de la diplomacia ecuatoriana hayan tratado nuevamente sobre el tema. ¿No era demasiado declarar persona no grata a la señora Hotges? “Creo que me puse fosforito”, aceptó el Jefe, talvez. Pero es posible también que en la segunda meditación hayan descubierto que la expulsión no era un mal negocio. Político, claro. Talvez recordaron que sus amigazos Hugo y Evo expulsaron ya a un embajador de los Estados Unidos de América y Rafael a ninguno. ¿Por qué no igualarlos? Luego, coincidieron en que la expulsión “a la ecuatoriana” no sería por mucho tiempo. “Tengo amigos. Besé a Hillary e hicimos buenas migas con el “roto” Valenzuela”, fue aparentemente un comentario. Seguramente llamaron a Katiuska King y les dijo que no se preocupen mucho por el tema económico. No faltaron unas ofertas: los Alvarado, unas cadenas, tantas como sean necesarias, apoyando la idea. Alexis, un alegato más sabio y menos caro que los de Gutemberg Vera.
Es factible, que finalmente, hayan tratado sobre los efectos políticos tras la famosa expulsión. El comentario seguramente fue tan entusiasta como definitivo: darle un trompón al imperio rinde todavía, Jefe, unos votos. Hay materia disponible para los ñaños Alvarado: el honor del país, la altivez del Gran Jefe, la soberanía del Ecuador. El “golpe” nos subió un 10%. Ponerle de patitas en la calle a Mrs. Hodge por lo menos un 6%. Interesante, pero’