Edwin Alcarás
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Cuando la Antropología estaba en pañales surgió una rama apócrifa de esta disciplina a la que bautizaron como Antropología física. Más cerca de las ciencias ocultas que de las sociales, esta variante establecía su objeto de conocimiento en la diferencia física (se la conocía como antropométrica) de las razas humanas.
Los antropólogos físicos llenaron muchas libretas con medidas y observaciones de cráneos, de narices, de frentes, de orejas… y tomaron muchas fotos para justificar ese minucioso despropósito, por entonces plausible.
Una muestra de artes visuales ahora abierta en la Flacso ha tomado varias series de esas fotos-documento para reinterpretarlas desde las preocupaciones
del arte contemporáneo. Se llama ‘De frente y de perfil: retratos antropológicos en México y Ecuador’ y presenta las colecciones fotográficas antiguas de Paul Rivet y de Frederick Starr, así como los trabajos artísticos de Ana Santos y Luna Maran (de México) y de Coco Laso, Santiago Rosero, Gabriela Navas, Rosa Jijón, David Guzmán y el Colectivo El Bloque (de Ecuador).
Hace algunos años, la curadora de la muestra, María Fernanda Troya, se encontró con un proyecto de investigación e intervención sobre fotografías antiguas realizado en Oaxaca, México. Se trataba de una ínfima parte de la colección del aventurero y antropólogo físico estadounidense, Frederick Starr, quien había fatigado libretas y cámaras de fotos en la población indígena del lugar. Dos artistas indígenas contemporáneas se habían apropiado del material para desarrollar proyectos de intervención visual en esas fotos.
Troya se sintió tocada por la idea ya que por entonces se hallaba investigando los modos de representación visual antigua en Ecuador y había tenido acceso a una serie de fotos, que reposaban en el Museo Quai Branly, de París, pertenecientes a otro representante de la Antropología física: Paul Rivet.
En 1901, Rivet llegó a Ecuador como parte del equipo de la II Misión Geodésica Francesa. Vino en calidad de médico oficial de la misión. En su tiempo libre, que al parecer fue vasto, se dedicó a recoger ejemplares de la flora y la fauna local, y a llenar tablitas con las medidas de los cráneos y las extremidades de una centena de indígenas Saraguro y de la localidad de Archidona.
Con esos materiales de campo, Troya organizó -junto con el equipo de la galería Arte actual de la Flacso -un taller de reflexión y propuestas de arte contemporáneo con 14 creadores ecuatorianos. Fueron cuatro días de trabajo, al fin de los cuales los participantes presentaron sus proyectos. Quedaron seis.
Uno de ellos es así: el espectador se acerca a una pantalla en la que aparece un retrato animado en 3D de una persona. También se proyecta una hoja de encuesta que ha sido llenada por esa persona. Mientras la imagen rota hay un audio en el que el sujeto animado lee algunas de las respuestas a algunas de
las preguntas.
Uno de los sujetos, que se ha identificado a sí mismo como “Guayaco Luchito”, responde a la interpelación “Soy….” con los adjetivos “ardiente y divertido”. Hay otras preguntas como “Mi mejor perfil es…” o “Cuando veo mi rostro en el espejo veo…”.
En esta pieza, titulada Busto antropométrico, el artista David Guzmán quiso “ironizar los datos de la ciencia que supuestamente son duros e inmutables para volverlos más humanos, más cercanos, más divertidos”.
El diálogo entre las fotos antiguas y el arte contemporáneo se establece a través de un juego.
El juego consiste en devolverle una identidad a esa gente que ha pasado sepultada debajo de los datos por más de 100 años.