Redacción Quito
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El hecho de que la gente arroje desperdicios en las calles ¿es un factor sociológico ?
Arrojar un desperdicio a la calle es un fenómeno social. Aquí tienen mucho que ver las prácticas sociales y la educación. Si en la sociedad hay un sistema educativo adecuado, este disciplina la conducta de los demás. Si este es deficiente vamos a tener prácticas sociales enfrentadas con la normativa de la
sociedad.
¿POR QUÉ
ESTÁ AQUÍ?
Su experiencia. Es director de la Escuela de Sociología de la U. Central. Tiene un doctorado de la U. Santo Tomás.
Su punto de vista. Hacen falta campañas seguidas y mejorar la educación en las escuelas para que la gente no bote basura en la calle.
¿Qué pasa con la educación en el hogar?
La práctica de la familia también es fundamental. Si no hay en el hogar un patrón de conducta, el niño o joven no tiene referentes con el espacio público y privado. No considera que estos son un lugar de vida ni que la ciudad es la casa ampliada.
Por lo cual también hay una influencia cultural…
Es un contexto cultural en la familia, determinado por el sistema educativo. En sociedades distintas -más desarrolladas- el sistema educativo va formando al niño en la utilización del espacio. Estas determinan qué es el espacio privado y qué es el público y en esa relación, el comportamiento debe ser semejante. La
persona debe actuar en el espacio público tal como actúa en el privado.
¿Cómo afecta al imaginario del quiteño el vivir en una ciudad sucia?
Es terrible. Los seres humanos nos podemos acostumbrar a pasar por un espacio sucio y maloliente y esa es una práctica terrible. Tiene que haber alguien con gran energía que logre un cambio y concienciar a la ciudadanía que eso está mal, para iniciar el proceso de cambio.
Existe la teoría de que la gente que arroja basura heredó la práctica de una conducta agraria…
La conducta de la persona está determinada por patrones sociales. Estos son acontecimientos que asume la sociedad y que son normados por el Estado. Quito todavía vive una sociedad rural, en donde aún hay culturas desorganizadas. En sociedades desarrolladas ya no hacen falta esos discursos porque ellos saben lo que no deben hacer.
Y las próximas generaciones ¿aprenderán las mismas costumbres?
Depende de los que hagamos ahora. La conducta de aquí a 15 o 20 años depende de los que estén realizando las escuelas. Hay escuelas con una normativa
de gran respeto a la naturaleza y a la sociedad. Si no existiera desde allí el direccionamiento y el Estado no implementa coerciones, puede parecer que botar basura en las calles es normal.
¿Cómo puede la ciudadanía aportar para cambiar esa realidad?
A través de un manejo adecuado del sistema educativo. También a través de políticas del Estado, utilizando los medios de comunicación. Si un programa de televisión quiere influir para que los desechos se coloquen en un basurero, seguramente lograrán un cambio. Eso pasó en Loja, la ciudadanía, después de multas y campañas, se dio cuenta de que el cambio era bueno y positivo.
¿Cómo se puede transmitir buenas costumbres a los niños, que ahora forman su cultura y su carácter?
La práctica en sus hogares es fundamental. Es un proceso generacional. Ya a cierta edad muchas prácticas son difíciles de cambiar. Si se aplican las campañas mediáticas y la educación mejora en ese sentido, se pueden cambiar esos patrones sociales.
Entonces ¿usted cree que las campañas sirven?
Por supuesto. Hay que concebirlas bien para influir en la voluntad del colectivo. Eso tiene efectos reproductores extraordinarios. Una ciudad es lo que sus ciudadanos son. El problema no es barrerla más, sino ensuciarla menos. Pero para eso hay que implementar una campaña de formación social.
¿Por qué fracasan entonces las campañas de reciclaje?
Fracasan porque no son perseverantes. Para cambiar los patrones de conducta social se requiere perseverancia. Los seres humanos son más amigos de mantener las cosas antes que cambiar. También se requiere demostrar lo bondadoso y positivo que es el cambio para la gente.