8 000 hombres y jóvenes musulmanes fueron asesinados en Srebrenica en 1995. Foto: AFP
La masacre de Srebrenica, en el este de Bosnia, con sus 8 000 muertos quedará siempre unida al nombre de Ratko Mladic, que hoy, 22 de noviembre de 2017, fue condenado a cadena perpetua en el Tribunal de la La Haya.
Pocos meses antes del final de la guerra de Bosnia- Herzegovina (1992-1995), las tropas serbias, cumpliendo sus ordenes, arrollaron el enclave musulmán declarado zona de seguridad por la ONU.
Mientras que Mladic comparecía ante las cámaras, sus soldados llevaban a los prisioneros hacia el lugar donde después serían asesinados.
Desde entonces se le conoce como el “carnicero de los Balcanes” o “el carnicero de Bosnia”. Temido y odiado por sus enemigos pero considerado un héroe por algunos de sus compatriotas, no le resultó difícil desaparecer del mapa en 1995.
El Tribunal de Naciones Unidas para la Antigua Yugoslavia (TPIY) de la Haya condena ahora a este hombre, que hoy cuenta 75 años, por haber ordenado los peores crímenes cometidos en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
El general, admirado por sus soldados por sus capacidades como estratega, es presuntamente el responsable del asedio que durante tres años sufrió Sarajevo. Y también de la limpieza étnica, de las atrocidades de los campos de internamiento y del asesinato de hasta 8 000 hombres y jóvenes musulmanes en Srebrenica en los días siguientes al 11 de julio de 1995.
Durante los cinco años que ha durado el juicio ante el TPIY, Mladic pasó gran parte del tiempo repantigado en el banco de los acusados; a veces sonríe al público; otras hojea aburrido una revista o importuna al juez.
Está claro que no respeta ni al Tribunal ni a los “peones de la OTAN”, como él dice, y no reconoce ninguna culpa. Al contrario, está completamente convencido de haber actuado de forma moralmente correcta y militarmente brillante.
Se considera un “protector” de su pueblo frente a los “turcos“. Así es como se ha referido en numerosos documentos a las decenas de miles de víctimas -musulmanes desplazados, maltratados y asesinados. “Dedicamos la conquista (de Srebrenica) al pueblo serbio”, dice en un video y añade: “Nos hemos vengado de los turcos”.
Según su imagen distorsionada de la historia, debía liberar el territorio serbio, que llevaba siglos controlado por el Imperio Otomano.
Nacido el 12 de marzo de 1943, Mladic se dio a conocer a nivel internacional en julio de 1991, cuando fue nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército Popular de Yugoslavia (JNA) en Knin, Croacia.
Allí apoyó a la minoría serbia para separarse de Zagreb. En mayo de 1992, Mladic fue ascendido a jefe de las Fuerzas Armadas de los serbobosnios y planeó la conquista de Bosnia junto con el exlíder político Radovan Karadzic, quien fue detenido en 2008 y fue condenado en primera instancia en 2016 a 40 años de cárcel. Su máxima era: “Nunca ordenar la retirada”. Aunque hubiera millones de víctimas.
Cuando sus tropas entraron en Srebrenica sin que los débilmente armados “cascos azules” holandeses ofrecieran resistencia, Mladic aseguró que tomaba la ciudad como “un regalo” para los serbios. “No tengan miedo, nadie les hará daño”, aseguró a sus habitantes.
En un primer momento, Mladic consiguió ocupar más del 70% de Bosnia, aunque los serbios sólo representaban un tercio de la población. Al final de la guerra, y con ayuda de la OTAN, los croatas y musulmanes consiguieron hacerlos retroceder.
Tras la firma del acuerdo de paz de Dayton, en diciembre de 1995, Mladic desapareció silenciosamente de escena. Cuatro meses antes de la firma del acuerdo, el Tribunal de La Haya elevó las primeras acusaciones contra Karadiz y Mladic. Pero este último vivió abiertamente en Belgrado bajo protección de Slobodan Milosevic.
No fue detenido y extraditado hasta 16 años después, cuando estaba parcialmente paralizado tras dos infartos cerebrales. Hoy ya no se le aprecia ninguna secuela. “La salud de Mladic es mejor que en 2011”, constata el Tribunal.
Aunque la defensa le ha presentado como un hombre gravemente enfermo y un anciano sin capacidad procesal, él insiste ha en su pose favorita: la del general implacable.