Gabriela Paz y Miño
Para EL COMERCIO
Ni el pantalón gris que enmarca su figura ni la chaqueta rosada que destaca el color de su piel, ni los mechones rojos que le dan un toque moderno parecen ser la clave del encanto que desprende. Se trata más bien de su espontaneidad, de la risa abierta que deja fluir a cada momento, de su seguridad…
Yo soy una mujer negra, siempre me defino así, con mucho orgullo. Una mujer negra, luchadora y sencilla.
No puedo vivir sin mi familia. Crecí en un ambiente muy familiar, rodeada del cariño de mis hermanos, mis primos… No tuve padre, pero tuve dos madres, recibí mucho amor, así que para mí la familia es muy importante. Mi madre, soltera, vivía con su hermana. Mi tía se casó y fui a vivir con ella. Tuve mucho cariño.
Mae Montaño, ex gerenta general de la Autoridad Portuaria de Esmeraldas, ex asambleísta, activista social y fundadora de varios movimientos políticos, se ríe, cuenta sus anécdotas y posa para la sesión de fotos como una experimentada modelo.
¿Qué valor le confiere al aspecto de una persona?
Tiene tanto valor la apariencia externa, como el interior. Debe haber un equilibrio. Hay dos cosas que, en ese aspecto, marcaron mi vida. Una, me formé como normalista y el profesor debe ser ejemplo para sus alumnos en todo, también en cómo se presenta.
¿Y qué más la marcó?
Mi madre. Era una mujer muy humilde, pero siempre se preocupaba por su apariencia. No usaba maquillaje o joyas, pero se levantaba, se vestía, se ponía limpiecita y se dedicaba a sus oficios.
¿Cuánto tiempo le dedica al día a arreglarse?
Depende. Algunas mañanas salgo a clases de inglés y voy con un yin. Pero al mediodía puedo tener una reunión formal o una entrevista para la televisión y entonces voy más formal.
¿Qué opinión tiene del viejo pero persistente dilema entre belleza e inteligencia, cuando se habla de mujeres?
Soy enemiga de los estereotipos. Una mujer inteligente puede andar tan bien arreglada como cualquier otra. Además, ¿cuánto puedes tardar? Arreglarte un poquito, maquillarte puede tomar 20 minutos o media hora. Es tiempo que te lo dedicas a ti mismo. No es un desperdicio.
¿Si es algo tan obvio, por qué todavía hay tanta gente que se “sorprende” cuando escucha una opinión inteligente de una mujer guapa?
Es por los mismos estereotipos. Por algo circula por ahí un libro que dice que “Los caballeros las prefieren brutas” (ríe). Pero ese complejo no solo está en los hombres: hay muchas que creen que porque son intelectuales o feministas no tienen que verse bien.
¿Se considera esclava de la moda?
No. A estas alturas, yo no voy a ponerme una minifalda, por mucho que se ponga de moda. Al menos, trato de no hacer el ridículo a propósito (ríe). Para cada edad y circunstancia hay un estilo. Aunque eso no quiere decir que no me guste la moda…
¿Gasta mucho en ello?
Bueno, para mostrarse bien se necesita una inversión. Esa es la cruz que nos ha tocado cargar a las mujeres (risas).
Se dice que cuando entraba a la Asamblea nunca pasaba desapercibida. Si no se lo proponía ¿al menos lo habrá notado, no?
A qué mujer no le importa que la miren, sería una farsante si dijera que a mí no. Pero no me propongo ser el centro de atención. Además, con mangas largas y cuellos altos, no creo que haya causado mucha tentación (risas).
En Ecuador, la apariencia le abre las puertas a mucha gente. ¿Cómo lo juzga usted?
Tenemos un mundo que gusta de lo bello y lo bello estereotipado, además. Un ejemplo: en mi época de colegio, había mujeres negras y mestizas. Una compañera (mestiza) nos decía, a manera de piropo: “si ustedes fueran blancas, serían guapas” (risas).
Ya hubo una Miss Ecuador que era afrodescendiente. ¿Fue solo un caso aislado?
En realidad, ha habido más de una. Varias han quedado en puestos importantes. Es un cambio. En mi época, participar en Miss Ecuador no era posible ni en sueños. La población esmeraldeña no podía concursar ni en el Reina de Esmeraldas
¿Se los prohibían?
No, pero el Club de Leones organizaba el concurso y las candidatas eran las hijas de los socios. No había un solo socio afro.Alguna vez se discutía la posibilidad de que un hombre negro que tenía una posición alta entrara al Club. La respuesta fue: “¿cuándo han visto un león negro?”. Para que las mujeres negras pudiéramos participar en concursos de belleza, sin mezclarnos, la Radio Iris creó el título: “Morena Linda”. A mí misma me tocó concursar…
¿Y cómo le fue?
¡Gané! Pero a mí los concursos de belleza me importaban un pito (risas). Yo jamás hubiera sido Miss Ecuador, porque el estereotipo de las “misses” no corresponde a las medidas que encajan con la estructura de una mujer negra.
La mayoría de muchachas que han representado a Esmeraldas en estos concursos son resultado de un mestizaje. Sus formas típicas difieran de las mujeres de mi época, que éramos: noventa-sesenta-revienta (risas). Después del concurso, una revista francesa me invitó a participar como modelo, pero no acepté. Estaba en sexto cursos y mis compañeras me decían: “loca ¿por no aceptas?” Pero ese no era mi mundo.
¿A usted ser guapa le ha abierto alguna puerta?
No creo. Esas puertas no las crucé. Pero no niego que me haya podido ayudar.