Redacción Cultura
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No cumplía aún los 20 años cuando Santiago Gamboa salió de Bogotá a su primer viaje largo. Han pasado 25 años y todavía no vuelve. Ni quiere hacerlo. Instalado en Nueva Delhi (como funcionario del Servicio Exterior colombiano) ha residido antes en Madrid, París y Roma.
Clave biobibliográfica
Nació en Bogotá, en 1965. Estudió Literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá. Se trasladó a España, donde vivió hasta 1990 y se licenció en Filología Hispánica por la U. Complutense de Madrid.
Luego viajó a París, allí cursó estudios de Literatura Cubana por la Universidad de la Sorbona. En 1995, a los 30 años, publicó su primera novela ‘Páginas de vuelta’. Dos años más tarde vino la novela policial ‘Perder es cuestión de método’ que fue traducida al italiano, francés, griego, portugués, checo y alemán.
En 2000 apareció ‘ Vida feliz de un joven llamado Esteban’, luego ‘El síndrome de Ulises’ y ‘Los impostores’.
Desde allí ha ido ganando espacio en la escena literaria en lengua hispana con novelas como ‘El síndrome de Ulises’, ‘Los impostores’ y ‘Hotel Pekín’. Hace poco el autor ha vuelto a atraer sobre él la atención por su triunfo en el concurso de novela La otra orilla, apoyado por la editorial Norma y la Asociación para la Promoción de las Artes.
A más de USD 100 000, el premio le ha dado una presea más subjetiva y voluble: la admiración de los dos escritores que fueron parte del jurado.
Jorge Volpi (reconocido por su estupenda ‘En busca de Klingsor’), Roberto Ampuero (quien metió a Neruda en una novela policial en ‘El caso Neruda’) y el editor español Pere Sureda, miembros del mínimo jurado.
Mínimo si se considera que tuvieron que revisar 654 manuscritos llegados de todas las geografías de la lengua española. En todo caso, de modo unánime, le reconocieron “el magnífico uso del lenguaje y la dificultad que implica dar vida a tantas voces distintas, al tiempo que logra que sean diferenciables y creíbles. La historia logra generar un efecto de intriga y extrañeza que implica un riesgo narrativo que el autor supera con pericia”.
Tanta intriga y tanta extrañeza como las que pueden ser causadas por la visita de un escritor a un congreso de biógrafos en Jerusalén, en donde conoce a un librero francés, a una estrella porno italiana, a un empresario colombiano y a un ex pastor.
Este retirado guía espiritual (también retirado de las drogas y algún crimen cometido en tiempos menos píos) marca el nudo argumental de la historia.
Poco antes de morir en oscuras condiciones, el ex pastor refiere la historia de un salvador, moderno y tropical, quien pontifica desde Miami.
‘Necrópolis’, la novela ganadora, se mantiene firme en uno de los senderos constantes de la narrativa de Gamboa: el desarraigo de sus personajes y la carencia de nacionalidades o territorios específicos. Del mismo modo pasó con ‘El síndrome de Ulises’ (finalista del premio Rómulo Gallegos), en la cual un periodista colombiano somete a examen literario a toda una fauna emigrante en París.
En una entrevista con el diario colombiano El Espectador, Gamboa se refiere a esa condición nómada en estos términos: “Tengo una relación muy fuerte entre el viaje, la literatura y la vida. Descubrir un lugar y vivirlo es tan importante como descubrir a un buen autor. (‘Necrópolis’ es) una gran extraterritorialidad (donde) hay personajes de distintas partes del mundo con historias similares o que se interconectan bajo coordenadas totalmente diferentes. Eso me encanta, es uno de los elementos centrales de mi literatura”.
Alguien podría leer en esa postura un punto en común con otros autores contemporáneos, como el ecuatoriano Leonardo Valencia o el argentino-español Andrés Neuman. Sin embargo, Gamboa solo acepta la idea de generación literaria en la medida en que se parece a un archipiélago: “Cada escritor es una isla aunque esté cerca de las otras”.