La Nación de Argentina. GDA
‘En qué ha de concluir el drama singular que existe entre los dos, tratando simular tan solo una amistad, mientras en realidad se agita la pasión que muerde el corazón y que obliga a callar: Yo te amo, yo te amo”. ¿Cómo poder resistirse a esas palabras? Con voz trémula y romántica el nombre de Sandro siempre estuvo ligado a un infinitivo: seducir.
No es casual, entonces, que sus incondicionales fans sean en su mayoría mujeres (las ya famosas “nenas”), todas ellas tendientes a sucumbir ante una palabra, una canción o una mera aparición del eterno ídolo fallecido el lunes último.
La pasión por Olga
“Un amor de esos que vienen sin aviso” había dicho el cantante de su vínculo con Olga Garaventa, que hizo público en un homenaje en el Congreso en 2004 y que selló con una boda en 2007, en su casona de Banfield.
Fuego contra fuego dedicó a su esposa; es uno de los testimonios del amor por ella: “Tengo un beso encadenado entre mis labios y la llave de ese beso está en tu boca. Mira mi alma con qué dolor te implora, desencadena esta pasión devoradora”.
Más allá de su fuerte base de admiradoras, en su vida privada Sandro también era el seductor que se veía arriba del escenario, aunque menos ostentoso y más receloso de sus vínculos amorosos.
Recién, en el programa homenaje de ‘Almorzando con Mirtha Legrand’, la diva de los mediodías recalcó la sobriedad con la que él manejaba sus cuestiones extra profesionales. “Su vida privada realmente era privada”, dijo la conductora. Sin embargo, aunque el hermetismo se mantuvo, las relaciones de El Gitano, las duraderas y las efímeras, lograron salir a la luz, con más y menos detalles y, según algunos, su lista de conquistas sería interminable. Una de las mujeres que más impacto tuvo en la vida de Sandro fue Julia Adela Visciani (1969-1982).
De hecho, los rumores de una posible boda surgieron cuando en marzo de 1973 el cantante le envió a Julia unos papeles de casamiento desde México que, de todas maneras, no tenían ninguna validez. “El problema era que ella estaba separada y en esa época eso no estaba muy bien visto”, afirmó a lanacion.com Graciela Guiñazú, autora de la biografía ‘Sandro, el ídolo que volvió de la muerte’.
Luego, en enero de 1982, llegaría una foto y una polémica: el cantante acompañado por María del Pilar García (más conocida como Tita Russ), ex esposa de Alberto Olmedo y una de las pocas mujeres sobre las cuales Sandro solía hablar. “Al lado de Tita conseguí algo difícil: bajarme del escenario y empezar a ser Roberto Sánchez”. Sin embargo, a pesar del amor que los unía, la relación solo duró cinco meses.
Por entonces, circulaban versiones acerca de un romance entre Sandro y su colega María Martha Serra Lima, a quien definían como ‘la tercera en discordia’ en el vínculo entre Sandro y Tita. “Esto siempre lo enojaba – expresa Guiñazú- porque se consideraba muy amigo de María Martha. Por eso, nunca reconoció una relación con ella”. Serra Lima, en diversas entrevistas, sostiene su versión de una relación de ocho años con El Gitano, y suele autodefinirse como ‘la amante secreta’. Lo que sí parece innegable es que el artista le dedicó a María Martha ‘Cosas de la vida’, canción que interpretaron juntos.
La próxima mujer sería María Elena Fresta, con quien compartió 20 años de conocimiento mutuo, pero cuya relación tuvo una durabilidad difícil de precisar por la naturaleza enigmática de su protagonista. Ella se ocupaba del cuidado de Nina, la madre de Sandro que murió en 1992. “Él siempre decía que le gustaba salir con una mujer a la vez, que era un tipo fiel y que le atraían las mujeres posibles”, comentó Guiñazú. Por lo tanto, cuando redescubrió a Olga Garaventa – la sobrina y secretaria de su representante, Aldo Aresi – no dudó y puso fin a su relación con Fresta. “A mis nenas les mando un beso de soltero, porque estoy soltero nuevamente. Con ese beso ellas saben qué tienen que hacer: ponérselo donde quieran, a la hora que quieran”, dijo Sandro, cuando anunció su separación de María Elena.