Cada vez que se recuerda la fundación de Guayaquil es necesario expresar que esta gran ciudad es parte esencial del Ecuador y es cuna de extraordinarias gestas y personajes que han contribuido a estructurar la identidad nacional.
La pequeña aldea, que hace 474 años nació a la sombra del mítico cerro Santa Ana y a las orillas del tradicional río Guayas, fue creciendo de manera incontenible y se volvió un referente económico del país gracias al empuje de quienes la fundaron y luego superaron toda clase de dificultades.
Guayaquil es una ciudad que evoluciona cada día, que modela su existencia alrededor del gran río y que cobija episodios trascendentales de la historia local y nacional. Hoy, los mangles, el cacao, los robles, los guayacanes y la densa vegetación del pasado han dado paso a enormes y vistosos edificios, modernas urbanizaciones, amplias avenidas y una intensa cotidianidad de sus habitantes en torno al comercio, la industria, el puerto marítimo, la cultura y la creciente inmigración.
Justamente a consecuencia de la inmigración externa e interna es que Guayaquil ha ido forjando su personalidad y su destino, pero también ese factor tiene mucho que ver en los crecientes problemas que debe enfrentar la ciudad para acoger a quienes llegan a vivir allí y dotarles de los servicios públicos básicos.
En los últimos años, las autoridades municipales han hecho un trabajo importante para sacar a la ciudad del abandono en que la politiquería y el populismo la mantuvieron durante mucho tiempo, pero todavía queda muchísima tarea por delante, en especial en los barrios pobres, para que Guayaquil sea una urbe más democrática, equitativa e incluyente.