Los excombatientes del conflicto del Alto Cenepa, que se desarrolló en 1995, rememoran el 21 de febrero de cada año como una fecha especial para rendir tributo a los soldados ecuatorianos que participaron en la guerra con Perú y que se convirtieron en héroes nacionales.
A continuación, el testimonio del sargento primero en servicio pasivo, Cristóbal Martínez. Él fue condecorado como héroe nacional. Actualmente tiene 48 años, pero a sus 22 participó en el conflicto y perdió una parte de su pierna por rescatar a un compañero herido.
Testimonio
“Cada anécdota y recuerdo de la guerra lo tengo grabado en mi memoria como si hubiese sido ayer.
Me gradué de soldado el 26 de septiembre de 1992. Me dieron el pase al batallón de Selva 62 Zamora. Esta unidad militar participó en la guerra con el Perú. Mi misión era patrullar toda la zona de la Cordillera del Cóndor e impedir que las tropas peruanas avancen.
El 4 de febrero del 1995 recuerdo que Inteligencia militar nos alertó que ese día los peruanos ingresarían por la Cordillera del Cóndor para atacarnos. Nuestros superiores dispusieron que tomemos todas las medidas de seguridad.
Uno de los oficiales le ordenó a mi compañero Gabriel Jaramillo que realice una operación de reconocimiento de la zona.
Una detonación
Recuerdo cada detalle de lo que ocurrió ese día. Poco antes de las 10:00 escuché una detonación. Luego oí lamentos y quejidos de una persona.
Decidí ir a averiguar lo ocurrido. Cuando llegué al sitio del estruendo vi que mi compañero Gabriel había pisado una mina y había perdido su pierna izquierda. Me acerqué a ayudarlo, pues en el Ejército tenemos un lema: nunca abandonar a un compañero y más aún si está herido.
Inmediatamente dejé las ocho granadas que portaba y mi fusil. Me acerqué a rescatarlo. Cuando me faltaba solo un metro para llegar donde mi compañero, activé otra mina con mi pie izquierdo.
Solo escuché una fuerte detonación. Lo primero que pensé fue que los peruanos nos bombardearon. Luego perdí la conciencia. Cuando desperté estaba boca arriba, justo alado de mi compañero.
Cristóbal Martínez, sargento primera en servicio pasivo, excombatiente del CENEPA . Foto Diego Pallero / El Comercio
El rescate
Recuerdo que otros seis soldados llegaron a rescatarnos. Improvisaron una camilla con un poncho de agua y con la ayuda de una cuerda me sacaron. Sentía mucho dolor y me estaba desangrando.
Me dieron los primeros auxilios y luego varios compañeros me trasladaron a pie a un centro médico en Zamora. Trasladar un herido es bastante difícil. Mis compañeros se turnaban para cargarme. Ellos caminaron durante 10 horas para llegar a un centro médico. Estuve internado dos días, pero como mi estado de salud era muy crítico fui trasladado en helicóptero hasta el Hospital Militar, en Quito.
Desperté a los cinco días. Fue un gran impacto psicológico ver que me habían amputado la parte inferior de mi pierna izquierda y mi pie. En ese momento sentí que mi vida perdió sentido, pues solo tenía 22 años y había perdido una extremidad.
Estuve hospitalizado un mes. Acoplarme a mi nueva condición de vida fue difícil. Al inicio no aceptaba lo que me había ocurrido y creí que sería una carga para mi familia, pero no fue así.
La prótesis
Viajé a Estados Unidos y me dieron una prótesis. Fue difícil acostumbrarme a usarla, pero finalmente se volvió una parte de mi cuerpo. Me di cuenta que podía realizar todas las actividades por mi cuenta y no dependía de la ayuda de otras personas.
Decidí salir adelante y no darme por vencido. Ingresé a estudiar en la Universidad de Fuerzas Armadas (ESPE) y en el 2004 me gradué como ingeniero en Administración de Empresas.
En el 2006 conformé, junto con otros compañeros que también tenían amputaciones en sus extremidades, un equipo de atletismo para personas con prótesis. Se llamaba Club Deportivo Héroes del Cenepa. La primera carrera que organizamos fue en el 2003. Corrí cinco kilómetros en Guayaquil.
Participamos en eventos deportivos internacionales. Recuerdo que en el 2006 corrí una carrera de ocho millas para personas con prótesis en New York y quedé en tercer lugar a nivel mundial, en mi categoría.
Así comenzó una nueva etapa en mi vida. En ese momento me recuperé psicológica y emocionalmente, pues vi que hay muchas personas que tienen una discapacidad similar a la mía y no se dan por vencidos.
También pude seguir trabajando en un cargo administrativo dentro de Fuerzas Armadas. Trabajé en la Asociación de Excombatientes, Discapacitados y Condecorados Héroes del Cenepa. Me retiré oficialmente del Ejército en el 2016. Pero hasta la actualidad sigo prestando mis servicios en esa asociación”.
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