Asombrosa la capacidad de hablar sin decir nada, de ocupar espacios y escabullir el bulto en los temas de fondo. Asombrosa la verbalización del poder, la disolución de los análisis, la portentosa habilidad para trasformar la noche en día.
Si algo caracteriza a la nueva época es la fraseología y la vaciedad, la capacidad de no decir la verdad, de ocultar las intenciones en el interminable discurso del patrioterismo, del cambio, de la soberanía, de las hermandades, de las satanizaciones, de las reivindicaciones, de los neosocialismos, de la partidocracia, de los derechos, de la justicia, de la dignidad, del destino, etc.
El arte de la fraseología ha inaugurado palabras que se repiten como verdades reveladas. Es el idioma de los tiempos que corren. Es el vocabulario para no decir nada y llenar los espacios con vocablos huecos. El “empoderamiento” es uno de ellos. Se escucha a cada paso que el pueblo está empoderado, que la sociedad debe empoderarse, que la ciudadanía se ha empoderado de… Si la entrevista le aprieta al neopolítico, ya se sabe que el atajo para salirse por la tangente será escudarse en el inefable empoderamiento.
Por allí, el angustiado y novel actor emprenderá ruta hacia el mundo de lo enrevesado. Se empodera, entonces, el tipo –o la tipa- en la fraseología que no soltará hasta salir “airoso” del trance.
La “sinergia” es otra palabreja de moda. Si le preguntan al funcionario si habrá luz o si se elevarán los salarios, la “sinergia” acude en su auxilio, y no saldrá de su trinchera hasta que el tema se diluya. O, hasta que quienes escuchan se despisten, se aburran y apaguen la radio. Triunfa nuevamente el despiste, y la cosa queda en las nubes.
La Constitución es el diccionario oficial de la fraseología. Es el texto completo de la literatura del entretenimiento y el despiste. Florida y barroca salió de Montecristi, cargada de lugares comunes y palabrejas, y llena de cabos sueltos por donde se filtran las leyes que derogan derechos e inauguran poderes. Dice esta biblia del gongorismo político que el “Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico”. ¿Algo más? Claro, hay mucho más, por ejemplo, que la educación “garantizará el desarrollo holístico”, que será, además, “participativa, obligatoria, intercultural, democrática, incluyente y diversa, de calidad y calidez” (¿!).
La inclinación por el folletín es parte de la cursilería inofensiva que en toda sociedad existe. Lo grave no es eso. Sí lo es que la táctica de la fraseología se convierta en verdad política, en sistema para llenar espacios sin decir nada que sea políticamente incorrecto. Me temo que se esté consolidando una forma de no decir la verdad, de callar hablando disparates y escribiendo lugares comunes.