Los comerciantes se ubican en la plataforma del mercado América desde las 03:00. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Antes de que amanezca, cuando el reloj marca las 03:00 y el frío de la ciudad obliga a usar guantes y gorro de lana, los camiones empiezan a llegar al mercado América, el centro de distribución de flores más grande de Quito. Es entonces cuando las flores traídas de Cayambe, Pifo, Machachi, Tabacundo, Ambato y parroquias orientales se ‘despiertan’.
Los ramos se colocan sobre los mostradores que se levantan en el patio de este centro de abastos, y en medio de la oscuridad y del silencio de la ciudad comienza la venta.
El olor a rosas frescas y a margaritas perfumadas endulza el ambiente. Por donde se mire hay flores. Aquí se pueden hallar más de 100 especies distintas, como pestañas, gladiolos, cartuchos, astromelias, lirios, claveles y girasoles. Las más apetecidas en estas fechas, por San Valentín, son las rosas y los claveles rojos.
Desde este lugar se distribuyen flores a todos los mercados del Distrito. Lo menciona Etelvina Cóndor, presidenta de la Asociación Flor del Norte, que se formó en 1993 y que agrupa a 32 miembros.
Son esos vendedores que trabajaban a la intemperie en la calle Pedro Fermín Cevallos, en las afueras del mercado Central. Que por más de 20 años huyeron de la lluvia y de los controles municipales, hasta que en el 2002 se ganaron un espacio formal en esta plataforma.
Etelvina, de 52 años, se dedica a la venta de este producto desde que era niña. Tiene recuerdos de pequeña jugando entre los pétalos. Hoy trabaja junto a su esposo en los días de feria: martes, viernes y sábados. Pero por San Valentín, atenderán hoy.
Desde aquí, cada semana se venden unos 15 000 paquetes de todos los tipos de flores. Cada bulto es de distinto tamaño y contiene diferente número de ejemplares. Los empaques de rosas tienen 25 unidades, los de girasoles, cinco.
Los comerciantes traen las flores directamente de los productores. Van a las fincas, las seleccionan, clasifican y empacan. Llegan al mercado con sus camiones y los estacionan en la calle Uruguay. Conforme avanza la venta, un grupo de trabajadores baja la mercadería y la lleva a la plataforma.
En este centro de abastos se ofrecen margaritas, claveles, minirrosas,cartuchos y más. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Los primeros compradores en llegar vienen de, además de los comerciantes de otros mercados, florerías, hoteles y empresas que hacen eventos corporativos. Además, están las comunidades religiosas que compran flores para los arreglos. También, para las bodas y bautizos.
Etelvina y su esposo traen entre 400 y 500 paquetes semanales, solo de rosas. También comercializan follaje -hojas verdes que se usan para adornar- como mirto, palmas, maracas, aves y papiros.
En su puesto exhiben rosas blancas, rojas, tomates, azules y las famosas arcoíris. Cada pétalo es una mezcla de más de nueve tonalidades.
La ganancia no es mucha. Compra cada paquete a USD 1,25. Las empaca con láminas que adquiere a USD 29 las 250 unidades. Y vende los bonches a USD 1,80 o 2. En cada uno gana 30 centavos.
Algunos comerciantes han pasado sus vidas rodeados de flores. Mónica Yajamín heredó el oficio de sus abuelos y padres. Hoy es la reina de los girasoles. Llega a vender hasta 1 500 unidades cada semana.
El trabajo es duro, pero vale la pena. Las manos de Martha González, de 58 años, tienen pequeñas cicatrices hechas por espinas. Cada semana logra reunir unos USD 300, con lo que mantiene su casa. Desde que tenía 20 años pasa sus días rodeada de crisantemos, lirios, eucaliptos, alelíes y minirrosas. El camión, en el que tres veces por semana va a Cayambe y Checa a traer las flores, lo compró gracias a este negocio.
A Rosario Simbaña fue su suegra quien la involucró en esta actividad. En un inicio traía las flores de Ambato. Hoy lo hace del norte del país y del oriente de Quito. Vende unos 1 000 paquetes semanales. En cada uno gana unos USD 0,30.
El mes en el que más demanda hay es mayo, por el Día de la Madre. Al contrario de lo que se piensa, los meses en que hay más demanda no se vende más. El producto escasea, porque las florícolas se dedican más a la exportación.
Este San Valentín, solo desde el aeropuerto Mariscal Sucre , se exportaron 18 500 toneladas de flores desde el 20 de enero hasta el 10 de febrero. Se rompió un récord histórico al exportar esa cantidad. Luis Galárraga, gerente de Comunicación de Quiport, explica que el 95% de las exportaciones desde ese aeropuerto son rosas. Este año llegaron a todo el mundo en 310 vuelos.
El tiempo de vida de cada flor depende de la especie, pero, en general, no duran más de ocho días. Cuando está a punto de marchitarse, se las vende en remate, a USD 0,80 el paquete.
Conforme entra el día, el movimiento en el mercado se calma. A las 15:00, casi todos los comerciantes se retiran.