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En el filo de la navaja

La historia está llena de advertencias, pero también de resabios. Lo que se ve estos días en varias partes del mundo e incluso en nuestro país son los resultados de estas actitudes serenas y reflexivas por una parte o desafiantes de la razón y la lógica.

A algunos debe haber causado escozor el discurso de posesión del ex guerrillero tupamaro  José Mujica como presidente de Uruguay al señalar su estricta adhesión a los principios ortodoxos de política económica. A su continuidad, al respeto de los compromisos contraídos, al diálogo y la concertación, al sometimiento a la Constitución y la Ley. Esa es la versión de una izquierda moderna, responsable, que reflexionó sobre sus fracasos y sacó conclusiones lúcidas. Que sabe reconocer las virtualidades de la democracia y las obligaciones públicas en un sistema económico de mercado.

Qué diferencia con el calvario por el que atraviesa Grecia cuando tiene que rendir cuentas y demuestra que sus veleidades políticas ahora le sacan factura. Y es que bajo cualquier sistema económico las cosas funcionan de forma similar. Ninguno resiste los excesos, las dilapidaciones, la presencia de un Estado abusivo que multiplica responsabilidades sin valor social y destruye los ahorros nacionales. Llega un momento en que se acaban los recursos y se siente el dolor de saber que la efervescencia no ha sido permanente.
 Se ven los errores incurridos por la sordera frente a las advertencias.

En España las cosas tampoco marchan bien. El Gobierno finalmente reconoce que tiene dificultades y que el bienestar actual no es sostenible. El déficit fiscal, la pérdida de competitividad, el alto desempleo y una moneda común a la cual no la pueden marchitar, le ha puesto en una esquina inestable e incómoda que le lleva al ajuste de cinturones. A la final y aun cuando todavía hay temores sobre la conveniencia de reimplantar los equilibrios macroeconómicos, lo que vuelve a ocurrir es que los países que tienen dificultad en mantener la confianza, deben iniciar los reajustes más temprano que los demás.

Chile, a pesar de la adversidad, es la otra cara de la moneda. Más allá del inmenso dolor por el que cruza, se preparó para enfrentarla. Guardó recursos que ahora valen oro. Ahí se aprecia en toda su dimensión el valor social inconmensurable de la prudencia y la precaución.

En nuestro país, las denuncias sobre la utilización del patrimonio y los recursos del Banco Central del Ecuador, así como la desprotección de la liquidez de las reservas internacionales para cubrir el déficit fiscal, puede ser el último escalón de eliminación de los ya esquilmados ahorros nacionales en un juego extremadamente peligroso que además de desproteger a la sociedad lleve a que una navaja la desolle.