El tráfico en Eloy Alfaro y Río Coca era alto el 6 de junio, a las 07:45. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Fluidez en unos carriles y ceños fruncidos en otros. Dos meses y medio después de habilitado el intercambiador de la avenida De los Granados, el balance revela que en las tres vías que colindan en el distribuidor de tránsito se viven realidades distintas. Y en el ojo del huracán está el contraflujo, para el cual se habilita un paso deprimido para los autos que llegan a Quito desde los valles.
A las 07:45 de del martes 6 de junio del 2017, la fila de vehículos que circulaba por la vía Eloy Alfaro, de norte a sur, tenía al menos ocho cuadras. Cruzar el intercambiador tomó ocho minutos.
Para Juan Ríos, taxista, si bien aún hay tráfico, antes era peor. Tardaba el doble.
Los moradores aseguran que las condiciones de movilidad no han cambiado. Carolina Lechón, quien vive en el lugar por unos 15 años, cuenta que aún no se siente una mejora, más si se toma en cuenta la molestia que causó la construcción.
Con ella coincide Víctor Quispe, administrador de un local, para quien la congestión se mantiene, pese a la obra, por la gestión de los policías y por los contraflujos.
Las opiniones están divididas. Quienes usan los ductos que conectan la Granados con la Río Coca tienen otra perspectiva. Camila Aguirre, quien trabaja en un restaurante del sector y todos los días se moviliza en bus desde su casa en Tumbaco, asegura que tarda 10 minutos menos que antes, pese a la congestión.
Quienes se movilizan en ese trayecto son los más beneficiados. Juan Pablo Solórzano, gerente subrogante de la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas (Epmmop), explica que los estudios revelaron que el principal problema que se debía atender era la demora de los buses que ingresan y salen de la Río Coca, por lo que se optó por hacer el paso deprimido.
La construcción resolvió ese cuello de botella, en especial para el transporte público.
¿Y las otras vías?
El diseño original del intercambiador tenía un paso elevado por la Eloy Alfaro, pero por pedido de la comunidad, y pensando en el impacto visual, fue removido. Solórzano explica que al ser una zona consolidada y al tener limitaciones de espacio, se debió optar por la mejor opción.
Pero, si los estudios revelaban los flujos, ¿por qué no se modificó el diseño para no tener que hacer contraflujos?
“Por los costos. Como diseño geométrico no hubiera sido posible hacer otro. La solución pudo haber sido de otra forma, pero el costo se hubiese triplicado”, asegura el gerente y añade que el contraflujo es un tema operativo, ya que una vez abierto el intercambiador aumentó el número de usuarios.
Julio Puga, director de Operaciones de la entidad, calcula que han aumentado unos
20 000 autos. Hoy son 60 000. Para Puga, otro de los beneficios es que se redistribuyó el tráfico y mejoró la circulación por otros accesos como el túnel Guayasamín, y el Inca.
Para César Arias, consultor en temas de movilidad, si se quería dar una solución total se debía hacer una intersección a tres niveles, lo que hubiese generado descontento en la comunidad. Para el
experto, el intercambiador tiene un diseño estrecho con problemas de radios de curvatura y desemboca, además, en vías complicadas.
Según Solórzano, se está analizando hacer una bahía en la parada ubicada en la Eloy Alfaro y Río Coca para descongestionar la vía y calibrar los semáforos.