Asistentes recorren el Centro Histórico de Quito para disfrutar de la programación por la Fiesta de la Luz. Fotos: Ana Guerrero / EL COMERCIO
Aunque la admiración por las proyecciones de las obras de arte no faltó, en la tercera noche del evento, las quejas por la aglomeración y la dificultad para avanzar fueron una constante. Esto pese a que, según datos del Municipio, desde la noche del 10 de agosto, se sumaron 200 funcionarios municipales a los 3 187 que hubo en el lanzamiento, para guiar a los asistentes. Además, se colocaron vallas para delimitar varios tramos.
Aun así, al pie de la Basílica, uno de los sitios de la ruta, completar un tramo de menos de una cuadra por la calle Venezuela, tomaba alrededor de 20 minutos. En la esquina de la calle Carchi, los asistentes se detenían para tomar fotografías y poder admirar la obra. Algunos, entre los empujones, optaban por ingresar en un parqueadero, donde se instaló un puesto de venta de pristiños, pinchos y choclos. La condición para el respiro era comprar alguno de los productos.
En el recorrido completo, había partes más fluidas, como San Blas. En el mismo segmento de la Basilica, a las 21:40, los asistentes avanzaban con mayor rapidez.
En la ruta también hubo varias iniciativas. Los puestos de venta de comida no fueron los únicos emprendimientos. En el inicio de la visita, en el ingreso norte al Centro, fuera del Banco Central, dos mujeres venezolanas decidieron compartir su música con los visitantes. Al ritmo de una viola y un cuatro venezolano, Neyla García y María Luisa Ramírez entonaban piezas latinoamericanas.
Las venezolanas Neyla García y María Luisa Ramírez entonaban piezas latinoamericanas en la ruta de la Fiesta de la Luz.
Más que por los ingresos, comentaron, lo hacían por compartir con la gente su arte. Sin embargo, se mostraron contentas porque durante la segunda noche del evento completaron, desde las 20:00 hasta las 22:00, USD 40.
Para Ricardo Llupangui, a diferencia de las jóvenes extranjeras, la expectativa se centró en el monto que podría reunir durante la jornada. Con un traje de chef, el hombre representaba una estatua humana.
Ricardo Llupangui, con un traje de chef, representaba una estatua humana.
A sus 60 años, no tiene un trabajo fijo y decidió, junto con otros compañeros, aprovechar el evento en el Centro para trabajar. Los otros se vistieron de personajes como robots y figuras de películas de terror.
El evento se extenderá hasta este domingo 13 de agosto.