‘La ficción no es mentir, es otra forma de contar la realidad’

Redacción Cultura
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¿Por qué sumar algo a la montaña de biografías que hay sobre Sucre?

Descubrí muy pronto, ya investigando sobre Sucre, que la gente lo quería mucho pero que, en general, no sabía mucho sobre él. Se cumplían entonces dos condiciones fantásticas: alguien muy querido y cuya vida produce mucha curiosidad, pero del que se desconoce su vida.

¿Qué fuentes usó para ese relato más íntimo?

Mi fuente principal fueron las cartas de Sucre, la mayoría de las cuales fueron escritas de su puño y letra. Esas cartas contienen su versión personal de los hechos que vivió, sus opiniones, sus juicios de valor, sus sentimientos... Ese relato solo se podía contar como una novela.

¿Aquí le funcionó más la literatura que el periodismo?

Quise hacer un relato más allá del héroe, más allá de las charreteras y del óleo. La novela te permite pintar un ser humano. Llevaba 25 años dedicado al periodismo, ceñido a los hechos,
a las pruebas y a los documentos. Pero a la hora de escribir esta novela quería liberarme de todo ello.

¿Y lo logró?

Por entonces tuve una conversación con Gabriel García Márquez, con quien éramos socios de la revista Cambio. Cuando le conté de este libro  me preguntó: ‘¿Y ya tienes la película completa?’.  Yo le dije que sí pero que tenía aún unos baches. Y entonces me replicó: ‘Déjalos. Qué bueno que tengas baches porque esos los puedes llenar con ficción’.

¿En algún caso pudo más la ficción que la realidad?

Ficción no es una mentira frente a la realidad sino otra manera de contar la realidad. Efectivamente me tomé algunas licencias para que la ficción fuera creíble y que  correspondiera con los hechos. Están ahí, algunos los he confesado al final y otros no, que mejor me los callo... (risas).

Ud. enfoca también las  debilidades de Sucre. ¿Quiso bajar al héroe de su caballo?

Hay algunas cosas que ayudan a bajar al héroe del pedestal, pero de buena manera. Por ejemplo, lo mal que cabalgaba Sucre, se había pasado la vida cabalgando pero nunca lo supo hacer bien. También están, pero eso no es una debilidad, su habilidad y galantería con las mujeres. Hay un defecto, que a Bolívar lo sacaba de quicio: Sucre era hipersensible, sentía que lo irrespetaban con mucha facilidad, lo impactaba  una frase mal dicha, una descalificación involuntaria...

¿Es verdad que era tímido con las mujeres?

Muchos lectores hombres de la novela me han dicho que encuentran esa timidez. Pero algunas lectoras más bien me han dicho que percibieron que esa timidez era una forma de disimular sus habilidades de conquista. Él jugaba  con eso y desplegaba  unos encantos extraños en la época de estos guerreros, que eran todos ‘machotes’.

Porque además Sucre era aristócrata ¿no?

Claro, educado en excelentes maneras. Pero es interesante cómo él termina resumiendo un poco  todos a nuestros países: un hombre  caribeño, de origen europeo muy noble, que encuentra su gloria en los Andes. Es  como el resumen de lo que habríamos podido ser y no fuimos.

¿De ahí su desprecio a ejercer el poder político?

Lo despreciaba, en efecto. Él sentía el honor y la gloria de la  batalla, pero desdeñaba la artesanía política que viene luego.

¿No fue un caudillo?
 
Sucre  despreció  ese caudillismo regionalista y  feudal que nunca comprendió la idea de una  gran nación. Sería interesante revisar el discurso de Sucre a la luz de lo que pasa hoy, cuando los caudillismos han vuelto con mucha fuerza en nuestros países.

¿Ahí está la actualidad del pensamiento de Sucre?

No sé si actualidad pero sí vigencia.  Debemos aprovechar el bicentenario   para releer nuestra historia y a nuestros héroes.  Primero por humanizarnos y segundo por entender cómo a casi todos esos héroes los sedujo y terminó por enfermar ese sarampión caudillista.

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