Una fecha para repensar a Quito

Si amamos verdaderamente a Quito, no debemos quedarnos en la celebración superficial y estruendosa de sus fechas clásicas, sino reflexionar sobre  la profunda trascendencia histórica que tienen para el país y para América Latina la existencia milenaria de esta ciudad y su indiscutible liderazgo libertario con el 10 de Agosto de 1809.

La urbe fue elegida tanto por los quitus como por los incas debido a su posición geográfica y heliocéntrica. Más tarde, el conocimiento científico y artístico de nuestros antepasados se fundió con el influjo español para construir una historia propia, caracterizada, entre otras cosas, por los grandes monumentos religiosos y culturales que la han hecho Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Y aunque el mestizaje también fue dolor, muerte y depredación, de él nos quedó el ejemplo de grandes quiteños como Eugenio Espejo, lúcido precursor de la independencia americana.
Por eso Quito es tradición, leyenda, historia, epopeya,  valentía. Es La Tola, San Juan, La Loma Grande, Chimbacalle, San Roque, San Marcos, y es  los nuevos barrios fruto de la modernidad.

Quito es la poesía y la estética de Jorge Carrera Andrade, Hugo Alemán, Oswaldo Guayasamín, Leonardo Tejada, Oswaldo Viteri, Jorge Enrique Guerrero y muchos otros… Pero Quito, penosamente, hoy también es inseguridad, caos urbano, contaminación, escasos espacios verdes, invasiones, deforestación, incendios veraniegos...

Quito es fruto del desarrollo, pero es asimismo la síntesis de un espíritu rebelde e indomable que ha marcado el pasado y el presente del Ecuador. Y estas características nos obligan a retomar esas banderas y recuperar la ciudad no desde una visión partidista coyuntural, sino desde una perspectiva de dignidad y de lucha colectivas.

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