Relata el Génesis que el faraón de Egipto soñó que se encontraba a la vera de un río, del que subieron siete vacas gordas y lustrosas, seguidas de otras siete flacas y macilentas, que se comieron a las hermosas. El faraón consultó a todos los sabios y magos para que interpretaran el sueño, pero no hubo uno que pudiera hacerlo.
Entonces llamó a José, quien le dijo: las siete vacas buenas son siete años de abundancia y las siete vacas malas anuncian que habrá siete años de escasez. José fue nombrado primer ministro, impulsó la producción durante los primeros siete años guardando abundante grano no sólo para abastecer a la población egipcia, sino a la de los países vecinos, de modo que dispusieron de pan, mientras el hambre cundía sobre el resto de la tierra.
Esta historia enseña que los gobiernos deben ser previsivos, guardando los excedentes del presente para atender las necesidades del futuro. Parece ser que los países petroleros de la Alba y sus gobernantes del socialismo del sigo XXI han optado por seguir el camino opuesto.
El crecimiento económico de Venezuela, a pesar del petróleo, es negativo y las importaciones han tenido un incremento de al menos el 400%, debido a la escasez de alimentos en los mercados.
El sector industrial está en crisis, por falta de inversión ocasionada por la desconfianza en una política económica intervencionista, controles de precios y socialización de los medios de producción.
La empresa pública petrolera, nuestra socia Pdvsa, financia el gasto público, construye viviendas, importa alimentos y asume el costo de los subsidios a Cuba y otros países de la Alba, a costa de los ciudadanos.
Nosotros estamos mejor que el modelo, pero nuestro Gobierno se empeña en igualarlo.
A pesar de haber recibido un precio por el petróleo superior a su promedio en los últimos 15 años, vía gasto público se comió los ahorros fiscales, sin guardar para las vacas flacas como el prudente faraón de Egipto.
El déficit fiscal y el externo van en aumento y hemos vuelto a la repudiada solución, inevitable como en la larga noche del neoliberalismo, de buscar créditos con los nuevos amigos, que parece que no lo son tanto porque, como China, imponen condiciones más gravosas y menos respetuosas de la soberanía económica que el Fondo Monetario Internacional o la banca comercial.
Todavía no hemos llegado a la situación de Venezuela, pero los datos anuncian que vamos por esa ruta y ya la hemos imitado con los apagones, faltándonos que la soberanía del agua nos lleve a racionarla.
Menos mal que los culpables son los gobiernos anteriores y la prensa corrupta. Algo así como el padre de familia que dice a sus hijos: el hambre que pasan no es culpa mía, sino del abuelo que no dejó herencia.