Un cementerio de recuerdos, de paredes rotas, de varillas y latas. Entre esos pedazos de Bahía de Caráquez, de las casas demolidas luego del terremoto del 16 de abril, buscan entre los escombros un ingreso.
Familias de damnificados llegan desde antes de las 08:00 a Villa Cariño, como paradójicamente se llama el sitio donde escarban entre los escombros.
Sin una mascarilla que los proteja del polvo, del mal olor y en medio de un calor incesante, corren hacia las volquetas que, en promedio, hacen 120 viajes diarios hasta el botadero. El material seguirá llegando porque, dicen autoridades del Municipio de Bahía, las demoliciones de las viviendas no pararán. Para los próximos cuatro días, alrededor de 20 están en la lista y las evaluaciones técnicas de los predios siguen.
Las varillas de hierro y los alambres de cobre son los m
ateriales más cotizados. Muchos de quienes llegan perdieron sus fuentes de trabajo tras el movimiento telúrico.
Carmen Mansabanapa, de 53 años, es una de ellas. Tiene siete hijos y diariamente buscaba clientes para lavar ropa ajena. Por cada 12 prendas cobraba USD 1.
Esa plaza laboral se cerró. Después del terremoto, la gente no paga por sus servicios y, con suerte, hay agua en las viviendas.
La casa de Carmen, donde vivía con 20 personas más, se fue abajo. Así que vio en la escombrera una manera de subsistir. Desde este lunes 25 de abril, llega cada mañana para escarbar entre los desechos. En todo un día de trabajo, desde las 09:00 hasta las 17:00, si corre con suerte gana USD 8. Para conseguir ese monto debe completar al menos un bulto de un metro y medio de alto. Le pagan USD 1 por la libra de cobre y por un quintal de chatarra, USD 50 centavos.
A un costado de la escombrera hay dos camionetas y un camión. Son los intermediarios, dicen los minadores. Los dueños de los vehículos prefirieron no hablar sobre el tema.
A quienes llegan hasta la escombrera no les queda más que venderles el material. Un flete hasta Chone, donde hay establecimientos que lo compran, les costaría hasta USD 50, dependiendo de la carga, exclama uno de los afectados por el terremoto. Otros hablan de USD 25.
En el lugar también está Jorge Luis Quiñónez y junto a él, su hermano. Ellos buscan hierro para poder vender.
El joven, de 27 años, se dedicaba al comercio ambulante dentro y en los alrededores del mercado de Bahía. Pero ahora apenas hay algunos puestos ubicados en los exteriores del establecimiento. No hay quien compre, así que también decidió pasar los días en la escombrera hasta juntar al menos USD 8.
Algunos repiten que no les dejaran trabajar más, que les afectará a la salud, que hay “olor a muertito”. Pero, no se van.