Familias llegaron este 25 de diciembre del 2018 a entregar donaciones a personas de bajos recursos, que se apuestan en los exteriores de la iglesia de San Francisco. Foto: Yadira Trujillo/ EL COMERCIO
Desde hace más de 20 años, Paula Gualancañai destina un poco de su tiempo y su dinero para alegrar la Navidad de cientos de personas que viven en situación de indigencia y se concentran en la entrada de las iglesias del Centro Histórico de Quito. Desde días anteriores a la celebración navideña, hasta este martes 25 de diciembre del 2018, las personas de bajos recursos permanecen todo el día a la espera de gente solidaria, que llegue con comida o fundas de caramelos para compartirles.
Junto a unos seis miembros de su familia, Gualancañai entregó tickets en la entrada del convento de San Francisco, este martes 25 de diciembre, para luego brindar una porción de arroz y un vaso de avena. Esta es una acción que ellos emprenden cada año, porque “la Navidad es eso, dar algo de lo poco que tenemos a los que no tienen nada y pasan hambre”, comenta la sobrina de Paula.
La misma actividad la realizan otras personas en esta fecha. La familia Calle Guzmán también acude cada año a la plaza de San Francisco y se organizan en grupos en diferentes puntos de la misma para entregar porciones de secos de pollo a los adultos mayores que pasan sus días pidiendo caridad en las calles de Quito. Ellos empezaron con la labor hace cuatro años.
La iniciativa también hace parte de los planes navideños de grupos de amigos que consideran que esta época del año no consiste en regalar lo que sobra sino parte de lo que se tiene. Además de alegrar a los niños que trabajan en las calles del Centro Histórico, los jóvenes buscan llegar a ellos con mensajes positivos para sus vidas.
Los jóvenes también forman grupos que ayudan y entregan obsequios a las personas necesitadas, que acuden al centro de Quito. Foto: Yadira Trujillo/ EL COMERCIO
Tres chicos que hacen parte de una iglesia Cristiana llegaron la mañana de este martes a La Catedral, para compartir un momento con personas necesitadas y orar por ellas. Sebastián, Micaela y Paytter hablaron de Dios a niños, jóvenes y adultos en condición de pobreza y luego les entregaron una funda de caramelos que autogestionaron con recursos propios.
Estos jóvenes cristianos aseguran que más allá del obsequio que alegra la Navidad de muchos niños pobres, lo más importante es el mensaje que dejan en ellos y la oportunidad de poder acercarse en una próxima ocasión a la difícil realidad de estas personas, gracias al contacto que tomaron en esta jornada navideña.
Un par de amigas también recorrió el Centro Histórico para entregar sánduches y jugo por Navidad. Ellas salieron desde el albergue San Juan de Dios, fueron al bulevar de la 24 de Mayo, a las iglesias de Santo Domingo, El Sagrario y San Francisco, donde se les terminaron las provisiones. Ellas solo encuentran sentido en esta fecha del año al compartir con los que menos tienen, por eso realizan la misma tarea hace ocho años.
Los beneficiados de esta acción saben de la llegada de esta donación, por lo que se concentran desde las 03:00 de la madrugada para esperar sus obsequios. Aseguran que el 25 de diciembre es el último día en que acuden a recibir comida y caramelos ya que en esta fecha “se acaba la Navidad”.
El sargento Gonzalo Mendoza, quien da seguridad en el convento de San Francisco, comenta que en días anteriores la afluencia fue masiva en la plaza y esta ha disminuido hasta el cierre de la Navidad.
Pese a que la entrega de comida y fundas de caramelos se ha convertido en la tradición que muchas familias y grupos de amigos mantienen año tras año, en esta fecha su ayuda no abastece para toda la gente que llega en busca de un presente. Los voluntarios tienen que enfrentarse con tumultos de personas desesperadas por recibir algún obsequio y el momento más duro es cuando se termina lo que llevan y no alcanza para todos.
Sin embargo, las personas que dedican su 25 de diciembre a compartir con los más pobres, consideran que no solo esta fecha es la ideal para ayudar. La mayoría de ellos acude a las iglesias en distintas épocas del año y entrega refrigerios o ropa a las personas que permanecen en situación de vulnerabilidad.