Los familiares de la pareja de jóvenes secuestrados en la frontera dieron detalles de las últimas conversaciones que mantuvieron con las víctimas, antes de que se conociera que fueron plagiados por grupos armados. Foto: EL COMERCIO
La última comunicación entre los familiares de las dos personas secuestradas por grupos de disidentes en la zona de la frontera con Colombia sucedió la mañana del pasado viernes 13 de abril del 2018. Entonces, Óscar Villacís, de 23 años, le contó a uno de sus parientes que la moto en que viajaba había sufrido un desperfecto, por lo que el retorno a Santo Domingo de los Tsáchilas se tardaría.
Villacís y su novia Katty Velasco, habían emprendido un viaje a bordo de una motocicleta el miércoles 11 de abril con destino a Ipiales, Colombia. El regreso estaba previsto para el viernes de esa semana.
El joven viajó a esa ciudad colombiana en busca de su madre, quien había viajado anteriormente a ese lugar para verificar el estado de un inmueble que tiene en renta. La visitó y aprovechó la estancia para comprar mercadería que su novia vendería en la provincia Tsáchila, como parte de un emprendimiento que ambos habían activado tras el inicio de su relación con Óscar, cuenta su prima Vanesa Rodríguez este martes 17 de abril del 2018 tras conocerse sobre el secuestro de la pareja.
El noviazgo tenía apenas dos meses de haberse concretado y para salir de la rutina, Óscar Villacís le propuso a Katty un viaje en moto a visitar a su madre, en Ipiales.
Para ello tomaron la ruta Santo Domingo- Esmeraldas- San Lorenzo- Lita- Imbabura- Ipiales. Ese miércoles reportaron a sus familiares que la llegada se dio sin contratiempos. Pero dos días después del aviso del daño en la moto, y tras una fugaz comunicación entre Katty y su hermana Ana Velasco, quien vive en Guayaquil, se levantaron las sospechas de que algo malo había ocurrido.
En la comunicación le dijo que había retornado por la misma ruta por la que fueron. “Le pregunté si había llegado bien a Santo Domingo y me respondió de una manera extraña. Todos los mensajes de respuesta a través de WhatsApp eran solo con un sí.
Ella nunca me responde de esa manera. Entonces le pedí que me enviara una nota de voz o una foto, pero nunca llegó. Ese fue mi último contacto porque luego no respondió ni las llamadas ni mensajes”, cuenta su hermana Ana, quien llegó a la provincia Tsáchila para conocer detalles de lo sucedido.
Los familiares de los dos jóvenes manejan posturas distintas sobre el motivo del viaje. Ana Velasco dice que fueron a cobrar un dinero como producto de la venta de una moto.
Esa hipótesis también es investigada por las autoridades que el martes 17 de abril confirmaron el plagio, luego de que se difundiera en cadena nacional un video donde se muestra la prueba de vida de la pareja.
Según el comandante de la Policía en Santo Domingo, Juan Carlos Raza, se investiga el tipo de actividad que los novios realizaron en territorio colombiano. El oficial además aseguró que por versiones de familiares saben que viajaron a Colombia. También confirmó que el joven es oriundo de Santo Domingo.
Mientras que la chica es de Manabí, pero había llegado a la provincia Tsáchila hace dos meses desde Guayaquil. El martes, en la mañana, los familiares de los plagiados acudieron al cuartel policial para denunciar el hecho y luego lo hicieron en la Fiscalía Provincial.
Elvia Villacís, abuela del joven, no paraba de llorar al pie de la vivienda donde solía ver llegar a su nieto, en la cooperativa de vivienda Unidos Venceremos. El martes, en las calles lastradas del sector las familias recibieron con asombro la noticia del plagio de la pareja.
Ambos vivían en casas de sus familiares, pero siempre se paseaban juntos sorteando los caminos desmejorados y el polvo del sector. Óscar Villacís es chofer profesional y siempre lo contrataban para conducir furgonetas de las agencias de viajes en las que se movilizaban turistas a diferentes partes del Ecuador. Se conoció que solía ir a El Coca, en el oriente del país, para ayudar a su tío en los recorridos de un taxi.
Sus amigos del barrio no se explican cómo grupos armados pudieron privar de su libertad a un joven que siempre se dedicaba a su trabajo al frente de un volante. Ni a una chica que apenas llegaba al sector y empezaba a familiarizarse con los vecinos.