Miembros de la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec) se unió el 28 de abril del 2019 a colectivos de diversos países para unirse a la Quinta Caravana Internacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas. Foto: Cortesía Asfadec
En el centro de una camiseta roja, el rostro de Carolina Garzón –joven activista desaparecida en Quito el 28 de abril de 2012- descansa junto a otras fotografías en la Plaza de Armas -conocida como Plaza de los Mártires- en el estado de Michoacán, en México.
A los pies de la edificación colonial más de 100 personas que buscan a sus familiares desaparecidos, entre ellas, una comisión de la Asociación de Familiares y Amigos de Personas Desaparecidas en Ecuador (Asfadec) dieron inicio a la Quinta Caravana Internacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas. La concentración contempla un recorrido por cinco ciudades de Michoacán hasta el próximo 12 de mayo del 2019.
Entre la multitud, Maribel Angulo ubicó el cartel de búsqueda de su hijo Álvaro Nazareno, joven esmeraldeño que desapareció tras ingresar a un centro de salud público en Quito el 14 de marzo del 2012. Lidia Rueda, secretaria de Asfadec, acompañaba a Maribel, mientras Yanera Constante, madre de Giovanna Pérez -desaparecida el 4 de diciembre del 2010 en Ambato- tiene sobre su pecho una pancarta con el rostro de su hija, junto con Natalie Zuña y Tania Muñoz, familiares de Alex Muñoz, desaparecido el 18 de marzo del 2017 en Bolívar.
Ellas viajaron a México -un país que sufre de altos índices de violencia por el narcotráfico– el 27 de abril para unirse a la convocatoria anual que emite la Asociación Internacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas en México. La caravana recorrerá cinco municipios: Morelia, Los Reyes, Huetamo, Zitácuaro y Lázaro Cárdenas.
“Cada vez que alguien desaparece, nosotros luchamos para visibilizarlo ante los intentos de las autoridades para ocultarlos. En Ecuador no hay justicia, por eso debemos juntar nuestras voces. Y para que nos escuchen, debemos trascender las fronteras. Estar aquí en México nos hace entender que todos, quienes estamos aquí para buscar a nuestros desaparecidos sentimos el mismo dolor y la misma indolencia del Estado”, señala Rueda.
Carteles y fotografías de personas desaparecidas en toda Latinoamérica se colgaron a los pies de la Plaza de las Armas, en el estado de Michoacán, en México. Foto: Cortesía Asfadec
Julio Sánchez Pasillas, fundador y organizador de la Caravana Internacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, cuenta que en cada escala se trazará camino hacia cárceles, morgues, la búsqueda de fosas clandestinas para poder encontrar a los suyos, además de actividades académicas y artísticas que visibilicen la problemática como un dolor internacional ante la comunidad mexicana.
El objetivo es claro: “Buscamos a nuestros desaparecidos pero el propósito también es generar conciencia en la sociedad para que nos digan en dónde podemos buscar. Hay muchas personas que tienen información, pero, por miedo, callan. Lo que queremos es que pierdan el miedo, porque de esa manera nos están ayudando”, afirma Sánchez.
Julio, de 65 años, también se planta frente al Estado mexicano para exigir respuestas desde el 21 de enero del 2012. Ese día, su hija Thania Sánchez Aranda, de 22 años, fue secuestrada en Torreón, en el estado de Coahuila. “Me jubilé para tener todo el tiempo para buscarla. Tengo pistas y evidencias muy claras de quienes son los responsables, de quienes nos llamaron para pedirnos dinero por el rescate de mi hija. Pero tengo cuidado, pues el caso ha llegado a altas autoridades del Gobierno. Es muy posible que ella esté muerta pero no dejaré de buscarla”, relata.
La desaparición de su hija le hizo entender que era necesario salir a las calles, muchas veces sin seguridad del Estado. Lo hace en un contexto que, según cifras oficiales, registra más de 42 000 desapariciones en México, aunque Julio estima que el número real es mayor.
“Creemos que al menos son 100 000 desaparecidos. ¿Por qué? Bueno, en México, la gente no denuncia por miedo. Esto se debe al narco y a la corrupción en el Gobierno. Quienes han querido hacerlo han sido amenazados, les han dicho que si denuncian van a matar a sus otros hijos, a toda su familia. Es el resultado de una lucha fallida y desequilibra contra el narco, que se inició en los años 70 y no ha terminado”, cuenta Sánchez.
El miedo no ha detenido a Julio y cientos de familiares en México y en Latinoamérica que -pese a las amenazas, atentados y peligro latente que se vive en sus ciudadanos- siguen caminando.
El objetivo es que la desaparición no se normalice. Desde México, Julio envía tres mensajes a la comunidad ecuatoriana. “Si tienes un desaparecido, sal a buscarlo; pierde el miedo. Nosotros perdimos el miedo cuando nos quitaron a lo que más queríamos. También es importante que si alguien sabe algo, se anime a aportar. Puede hacerlo de forma anónima. Lo vital es ayudar. Y lo más importante, quisiera que la sociedad se pregunta ¿Qué haría si un día su hija o su hijo sale de casa y ya no regresa más?”, cuestiona.
El círculo se cierra, dice Julio con firmeza, solo hasta encontrarlos.