Cerca del 40% de los locales del C.C. Hermano Miguel es atendido por extranjeros. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Es como un imán. Sus calles que reciben cada a día más de 100 000 personas, esas casonas antiguas donde cobran vida 6 812 locales comerciales, sus 720 vendedores ambulantes autorizados y las rentas bajas han hecho que el Centro Histórico seduzca a los migrantes.
Es el hogar de venezolanos, colombianos, cubanos, pero también de gente de Cotopaxi, Chimborazo, Tungurahua, que llegó a la capital en busca de mejores días. Allí, en medio de la convivencia de distintas culturas y tradiciones, la Navidad tendrá un sabor especial.
En la calle Mejía, un grupo de cuatro venezolanos llama la atención de las personas que hacen compras navideñas. Entre ellos está Mary Quintero –extrovertida y alegre- quien llegó a Quito hace ocho meses. Vive junto a siete venezolanos más y con ellos celebrará Navidad. Ese día, trabajará vendiendo pantalones en el Centro Comercial Hermano Miguel hasta las 20:00 y luego sí, “empezará el bochinche”.
Preparará pollo horneado, ensalada y hallacas, un plato típico de Venezuela similar al tamal. Se reunirán todos en el pequeño departamento de dos cuartos que rentan, a dos calles de su lugar de trabajo, por el que pagan USD 120 al mes.
Bromea, sonríe y se muestra feliz de disfrutar estas festividades en Ecuador. Tiene trabajo, y eso, dice, es un regalo.
En su país, cuando era cajera, ganaba USD 10 al mes. Apenas llegada a la capital empezó a trabajar vendiendo en la calle, y ganaba esa cantidad, en un día. Hoy su sueldo es de USD 280 mensuales. Por Navidad le envió un teléfono celular a su hija de 16 años que dejó en Venezuela. Al fin van a poder estar en contacto todo el tiempo.
Solo en ese Centro Comercial trabajan unos 200 venezolanos. Quintero cuenta que sus compatriotas suelen agruparse y alquilar un apartamento en esa zona para estar cerca del lugar de trabajo.
José Ordóñez, director del Instituto Metropolitano de Planificación, explica que el Centro es una zona que anualmente presenta un decrecimiento del -2.2%. Se van los dueños de casa, pero llegan migrantes, debido a que tiene gran actividad comercial, y allí se puede conseguir trabajo.
José Roa, venezolano de 22 años, trabaja en el local de Pablo Pilco, de Chimborazo.
Explica que de acuerdo con el censo del 2010, allí vivían
40 800 personas, de las cuales 15 706 provenían de otras urbes, y 1 044 extranjeros. Los migrantes buscan sitios más económicos para vivir, y el centro ofrece esos espacios.
En la calle General Mires es común ver a colombianos atendiendo en los locales. Gracias a la presencia de ellos, el centro, la noche de Navidad también olerá a buñuelos.
Isabel González llegó a la capital junto a sus dos hijos hace un mes. Es vendedora ambulante, y celebrará Navidad junto a sus coterráneos, con platos típicos. No faltará la natilla.
Jimena Mendoza vive junto a 11 paisanos en la calle Olmedo. La primera semana de diciembre asistió a la noche de las velas en el Parque Bicentenario. Recuerda que en su país, esa noche, toda la familia acostumbra prender velas en el portal de las casas.
En Quito, la colonia colombiana también celebra ese ritual. La leyenda dice que es para iluminar el camino de la ascensión de la virgen de La inmaculada Concepción. Además, hay novenas de aguinaldo donde cantan villancicos y hacen juegos tradicionales.
En un local de manicure en esa zona trabaja Dayana González quien llegó al país en el 2015, desde Santa Clara, Cuba.
Por las fiestas, asará un chancho, tomará cerveza y jugará dominó junto a otros cubanos. Admite que extraña a sus padres, pero en Quito gana más dinero y puede ayudar a su familia. Allá recibía USD 14 al mes. Aquí gana 10 veces más.
La semana pasada les envió a sus familiares una mudada de ropa nueva para que la estrenen por estas festividades. Eso es una tradición.
En esa zona, según la Agencia de Comercio hay ocho Centros Comerciales del Ahorro, que agrupan a más de 5 000 comerciantes. Allí, encuentran trabajo los migrantes.
Para el abogado urbanista Álvaro Orbea, el centro siempre tuvo y tendrá una vocación comercial, incluso de calle, pese a que la normativa municipal lo prohíbe. Cuando la clase alta empezó a abandonar la zona, esos espacios fueron ocupados por migrantes, que hallaron allí una posibilidad de trabajo. Las viviendas vacías empezaron a ser usadas como bodegas y como casas de renta, donde en una habitación hay tres o cuatro familias, y pagan precios muy bajos.
Cecilia Conterón, de 38 años, vino de Imbabura hace 23 años, y pasará Navidad trabajando. Por 12 años rentó dos cuartos con cocina en la Chimborazo por los que pagaba USD 95. Compartían un baño con otros cuatro departamentos. Hace cinco años compró una casa en la calle Francisco Suárez.
La familia de María Huaraca tampoco celebrará Noche Buena. Ellos son de Punin, Riobamba, y hoy viven en el sector de La Victoria. Le gusta la fecha, dice, solo porque las ventas de zapatos aumentan. De hecho, según Anabel Vintimilla, administradora de la zona centro, en época navideña las ventas se incrementan un 60% en el Centro. Y el número de visitantes se duplica.
Pablo Pilco llegó de Chimborazo hace 23 años. Huérfano,empezó vendiendo caramelos en la calle. Hoy tiene una tienda de venta de ropa en el centro, y acaba de contratar a un venezolano. Les da una mano a los extranjeros, dice, porque sabe lo que es llegar a tierra ajena y no tener nada.
Punto de vista
El tejido social es frágil
Víctor Yullsha. Experto en turismo histórico de la UDLA
Hasta 1950, toda la dinámica de la ciudad se desarrollaba en el Centro: habitabilidad, comercio, servicios. En los 90 empezó a sufrir un progresivo abandono por parte de las personas de clase alta. Esos espacios fueron ocupados por clase baja y por quienes llegaban de otras provincias. Entonces el comercio cobró fuerza.
El tener una presencia de transición hace que las personas no se apropien del lugar, lo que afecta al tejido social. Por eso el Centro está, poblacionalmente hablando, en vías de extinción. Los extranjeros se agrupan, recrean sus culturas y dinámicas sin necesidad de vincularse al tejido social.