El nombre de Charlotte Santini, escrito con un marcador negro sobre una cruz blanca, identifica la tumba de una de los últimos extranjeros sepultados en el Cementerio Municipal de Cotacachi, en Imbabura.
“De los 4 000 nichos que hay solo tres pertenecen a gringos. Cuando ellos mueren, la mayoría es repatriado a sus países”. Así comenta Roberto Baroja, sepulturero del camposanto.
Sin embargo, Santini era una mujer aparentemente sola. Fue inhumada el 5 de febrero de este año, un día después de que falleció. Baroja recuerda que era un día domingo y que cuatro personas, todas adultas mayores, la despidieron.
En Cotacachi -una urbe de 8 000 habitantes- hay 800 extranjeros residentes, asegura José Cueva, director de Planificación del Municipio local. El dato se obtuvo de una consultoría, que realizó el Municipio hace cuatro años.
“La mayoría son jubilados de estratos populares, principalmente de Estados Unidos y Canadá, que han salido de sus países en busca de un lugar en donde les alcance las pensiones que reciben”.
Uno de ellos es Lucas Pokan, que lleva cuatro años en Ecuador. Asegura que no piensa retornar a Estados Unidos.
Sin embargo, la mayoría de jubilados extranjeros son repatriados cuando fallecen, por pedido de familiares o amigos.
Previamente, deben firmar un poder especial ante un notario en favor de una tercera persona, para que solicite la repatriación de los cuerpos. Así explica Roxana Guerrero, licenciada en Estudios Internacionales con mención en Comercio Exterior y especialista en transporte de cuerpos.
Para que el documento sea válido en Ecuador debe haber sido firmado en una embajada o consulado ecuatoriano, en Estados Unidos, o en una notaría de ese país. Pero, debe tener una apostilla y estar traducida al español.
Mónica Granja, propietaria de Supermercado 10 de Agosto, de Cotacachi, que tiene a los extranjeros entre sus mejores clientes porque conoce el idioma inglés, recuerda con nostalgia a Robert Edward Baker, un estadounidenses que frecuentaba su tienda y regalaba helados a los niños.
Era soltero y falleció en el 2016. Es otro estadounidense que está sepultado en el cementerio de Cotacachi.
Sin embargo, la mayoría, como Peter Smith Simons, ha realizado el trámite para ser retornado cuando muera.
En la mayoría de casos los cadáveres son trasladados en cajas mortuorias. Eso se debe a que el envío de restos que han sido cremados se torna complicado, porque en las cenizas no se puede verificar el ADN ni tejidos, para comprobar que se trata de restos humanos.
Además, Guerreo explica que cuando el trámite, para el traslado de los restos humanos se realiza a través de una representación diplomática es gratuita. Mientras que si el envío del cuerpo es privado varía entre USD 3 000 y 5 000.
La Embajada de Estados Unidos dispone en su página web una especie de guía para que se sepa cómo actuar en caso de un fallecimiento.
Hay una lista de funerarias del país. Además, una guía para la disposición de restos, con los costos estimados para ser sepultados en el país o en su nación de origen.
La mayoría de jubilados extranjeros se ha afincado en las ciudades de Cotacachi, en Imbabura; Cuenca, en Azuay; y Salinas, en Santa Elena, comenta Jonathan Mogrovejo, titular del periódico digital Cuenca High Life, que emite noticias de Ecuador en inglés.
Cuando los extranjeros han fallecido, una vez preparados los cuerpos, son trasladados en ambulancias hacia los aeropuertos internacionales de Quito y Guayaquil, los únicos autorizados para llevar este tipo de carga.
Los féretros viajan al interior del container en los aviones internacionales de carga.
En Cotacachi es común ver a los nuevos residentes caminando pausadamente por las calles, como James Humphrey, nativo de Michigan, Estados Unidos.
Llegó hace siete años y se quedó por la amabilidad de la gente y la tranquilidad del lugar.
Cueva y Mogrovejo coinciden en que este nuevo segmento de la población no se integra del todo.
La mayoría de extranjeros se reúne en locales donde se habla inglés.
En contexto
Cotacachi, en Imbabura; Cuenca, en Azuay; y Salinas, en Santa Elena; están entre los destinos preferidos por los jubilados de Estados Unidos y Canadá. El costo de vida inferior al de sus países está entre los atractivos, aunque no se integran del todo.