Redacción Cultura
Todo está listo para el concierto de esta noche, considerado como histórico. No solo lo será para 429 músicos y coristas, entre niños y adultos, que por primera vez se juntarán para poner en escena la Sinfonía No. 2, conocida como ‘Resurrección’, del compositor Gustav Mahler.
También lo será para el país, pues es la primera ocasión que se tocará en Ecuador, tras 114 años de su creación. Hoy, la Fundación Filarmónica Casa de la Música y la Fundación Orquesta Sinfónica Juvenil (Fosje) presentan el recital, que se iniciará a las 20:00.
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Diez coros participan en esta obra, entre ellos 153 niños del Coro Fe y Alegría, que agrupa a siete barrios del sur de Quito.
La Sinfonía fue incluida en la película ‘Drácula’, ‘Pages from a Virgin’s Diary’, (2002), de Guy Maddin.
El valor de la entrada es de USD 20, con descuentos para estudiantes y tercera edad.En el concierto participan integrantes de tres orquestas: 90 de la Filarmónica del Ecuador, 15 de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Guayaquil-Fosje y siete integrantes la Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela.
La idea de montar esta obra surgió hace dos años, luego de la presentación de la Sinfonía No. 1, ‘Titán’, del mismo compositor. Según Patricio Aizaga, director de la Filarmónica, interpretar a Mahler (1860-1911) es uno de los retos más grandes para cualquier orquesta. “Su música, tanto técnica y conceptualmente, es de complejidad enorme”.
Esto, porque la obra de Mahler refleja lo que fue su vida. Durante su infancia tuvo momentos dolorosos, pues cuando fue niño murieron varios de sus hermanos y en su juventud soportó el suicidio de otro de ellos.
“En sus cartas, el compositor dice: he caminado por los bosques y parajes y he escuchado la voz de Dios, pero aún así siento la voz de la nostalgia, de la tristeza”, cuenta Aizaga.
Esa dramática afirmación la plantea en el primero de cinco movimientos. Los tres primeros se estrenaron en 1895, antes de concluir los dos últimos.
El segundo movimiento, en cambio, contiene una canción folclórica alemana, que evoca los recuerdos tras la muerte de un ser querido. En el tercero, Mahler despierta de ese sueño y con su música demuestra un retorno a la confusión de su vida.
Gustavo Lovato, director musical de la Casa de la Música, cuenta que los versos que el compositor incluyó en el cuarto movimiento pertenecen a la canción popular alemana, conocida como Urlicht (Luz Prístina).
Es ahí que actúan las solistas: la soprano Carolina Varela Estrella, ecuatoriana que reside en Italia, y la mezzosoprano Heidi Vanderford, de origen estadounidense.
Finalmente, en el último movimiento se vive la ‘Resurrección’.
“En la segunda parte del quinto movimiento el propio Gustav Mahler escribe una reflexión poética, que al ser musicalizada se convierte en el clímax del movimiento y de la obra”, dice Lovato.
Mahler escribe: “¡lo que nace, tiene que desaparecer! Lo que desaparece, (tiene que) resucitar! ¡Moriré para vivir!”. Para Sofía Izurieta, directora del Conservatorio Franz Liszt, la Resurrección expresa su visión mística de la vida.
“La sinfonía está cargada de momentos abruptos, emocionantes y meditativos. Todo el ser humano es capaz de renacer. La obra de alguna manera traduce un renacimiento del espíritu”. Artísticamente, Mahler no se equivocó. Su sinfonía es reconocida en el mundo, tras su muerte. Hoy sonará en Quito.
La Segunda Sinfonía de Gustav Mahler, conocida como ‘La Resurrección’
Por Gustavo Lovato para EL COMERCIO
La Sinfonía se compone de cinco movimientos, solo los dos últimos son cantados. De hecho, los tres primeros movimientos fueron estrenados antes de incluir los dos movimientos finales en 1895.
Los versos que Mahler incluyó en el cuarto movimiento pertenecen a la canción popular alemana conocida como Urlicht (Luz Prístina) y forma parte del ciclo de canciones conocidas como Des Knaben Wunderhorn (El niño del Corno Mágico). Estos son cantados por la mezzosoprano solista a manera de introducción al grandioso Finale (Quinto Movimiento) que le sigue sin interrupción.
Una de las líneas de este poema dice “¡Vengo de Dios y quiero volver a Dios! ¡El amado Dios, el amado Dios me dará una lucecita, me iluminará hasta la vida eterna y feliz ( bienaventurada)!”.
En el grandioso Finale de la sinfonía, Mahler utiliza las voces del coro, de las dos solistas -soprano y mezzosoprano- y la orquesta en todo su esplendor.
Los textos de la primera parte del quinto movimiento pertenecen a la Oda a la Resurrección, del poeta alemán Friedrich Gottlieb Klopstock, también del siglo XIX.
En la segunda parte del quinto movimiento el propio Gustav Mahler escribe una reflexión poética acerca de la resurrección que al ser musicalizada de manera magistral se convierte en el clímax del movimiento y de la obra. El compositor dice “¡Lo que nace, tiene que desaparecer! Lo que desaparece, (tiene que) resucitar !¡Moriré para vivir!”. Con esto predice su propia existencia, Artísticamente, esta profunda reflexión es real.
Con estos antecedentes extra musicales me refiero a esta obra como una obra cumbre del pensamiento romántico del siglo XIX, al menos en el mundo germano occidental, que además evoca una tradición occidental de pensamiento religioso y prácticamente una doctrina de pensamiento cristiano.
Por ello, es muy difícil una interpretación artística de la misma y más aún una interpretación acertada, ubicada dentro de contextos históricos y filosóficos que permitan su total apreciación.
Es por el contenido filosófico y religioso que Mahler es contundente con la utilización de todos los recursos musicales que están a su alcance para lograr sus cometidos. La extraordinaria fuerza sonora lo que logra es enfatizar el texto y transportar al oyente a las puertas del anhelado mundo, después de este mundo.
Entre los recursos musicales están, por ejemplo, la utilización de una orquesta expandida con órgano harpas y más de 25 instrumentos de cobre, además de los coros y los cantantes solistas que se conjugan con el manejo armónico que nos transporta de un terrenal Do menor en el primer movimiento a un Mib Mayor del quinto movimiento para dejarnos en el éxtasis celestial que tanto buscamos.
No me refiero a los otros movimientos de la Sinfonía porque en realidad la cumbre y el clímax de la obra está en el movimiento final. Esto, pese a que el tercero es una obra maestra de música pura (Luciano Berio la cita en su obra Sinfonía) y tanto el primero y como el segundo forman parte de este todo. El resultado final es una obra de arte única y de un valor estético que trasciende lo musical.