Las imágenes de destrucción y dolor resultan similares luego de un terremoto en cualquier país de la región: rescate de sobrevivientes, conteo de víctimas y recuento de edificaciones destrozadas y personas damnificadas.
Pero lo que diferencia a los tres peores sismos en Latinoamérica y el Caribe en la última década es lo que ocurrió los días, meses y años después de la tragedia.
La eficacia en la fase de reconstrucción luego de los terremotos en Perú (2007) y Haití y Chile (2010) no solo ha dependido del número de fallecidos y de la magnitud de los daños materiales.
El panorama actual en cada uno de estos tres países, a casi nueve y seis años de estos fenómenos naturales, se ha visto marcado casos de corrupción, pobreza e inestabilidad política, pero también por lecciones aprendidas que evitaron futuros errores.
Perú: un fondo polémico
El 15 de agosto del 2007 un sismo de 7.9 grados en la escala de Richter y un centenar de réplicas causaron serios daños sobre todo en Pisco, Ica y San Luis de Cañete.
El número total de damnificados fue establecido en
464 314 por el Instituto Nacional de Defensa Civil del Perú.
A las casi 76 000 viviendas por ser reconstruidas se sumaron los daños a la infraestructura, de acuerdo con una evaluación de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Los informes preliminares del Gobierno, según publicaciones de ese entonces, proyectaban un costo de USD 100 millones para la reconstrucción, y un impacto del 0,3% en el Producto Interno Bruto de ese año, estimado en un 7,9%.
Sin embargo, ocho años después, en agosto del 2015 el alcalde de Ica, Carlos Ramos, declaró al diario El Comercio de Lima que más de 3 000 damnificados en su ciudad todavía vivían en chozas o carpas.
El gobierno del entonces presidente Alan García recibió, según una investigación del diario Perú21, el equivalente a unos USD 68,4 millones en donaciones nacionales, de países amigos y organismos internacionales.
Y para canalizar este y otros recursos fue creado el Fondo de Reconstrucción del Sur (Forsur), desactivado en el 2011 por el actual mandatario Ollanta Humala.
El organismo se vio envuelto en una serie de irregularidades detectadas por la Contraloría General de la República.
Sin embargo, hasta la fecha ningún funcionario de esa época ha sido juzgado por las mismas, y la Coordinadora de la Sociedad Civil de Pisco denunció en el 2015 que la reconstrucción alcanzó solo un 40%.
Haití, drama que no acaba
Un millón y medio de personas perdieron su hogar el 12 de enero del 2010 tras el sismo de 7 grados Richter que asoló Haití. Las pérdidas materiales en uno de los países más pobres del mundo fueron calculadas en USD 7 900 millones.
Pero la solidaridad mundial se movió, y solo el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha aprobado desde ese año USD 1 250 millones para proyectos de reconstrucción.
La Cruz Roja recaudó donaciones por USD 500 millones, pero una investigación de ProPublica reveló que de las viviendas para 130 000 personas que se iban a construir con esos fondos solo se han hecho seis.
80 000 habitantes aún viven en campamentos de emergencia. A esto se suma la inestabilidad política del país, donde actualmente no se puede celebrar una segunda vuelta presidencial porque no se han podido verificar los escrutinios de la primera ronda.
Chile: lección aprendida
La cantidad de personas fallecidas (15) en el terremoto de 8.4 grados que afectó a la región chilena de Coquimbo el 16 de septiembre del 2015 fue la mejor muestra de que se aplicó lo aprendido tras la tragedia del sismo de 8.8 grados y el posterior tsunami del 27 de febrero del 2010.
Hace seis años fueron 512 los muertos,
800 000 damnificados y las pérdidas alcanzaron casi los USD 30 000 millones. Y pese a las críticas a las autoridades por el manejo de la emergencia, el país logró superarlo.
El Plan de Reconstrucción por ese sismo incluyó fondos de ahorro del Gobierno central y excedentes en la producción de cobre. Tres años después un estudio de la Universidad de Berkeley (EE.UU.) destacó que, pese a que el terremoto destruyó una de cada 10 casas en las regiones afectadas, para el 2013 el 84% de esas viviendas ya estaba empezando su construcción. Una de las claves fue, apunta el estudio, encontrar el equilibrio entre la ayuda del Estado y la responsabilidad individual en todos los esfuerzos de recuperación.