¿Etiquetamos a los hijos en lugar de comprenderlos?

Muchos padres que van en busca de ayuda profesional suelen hacer una amplia descripción del problema de sus hijos y luego preguntar cuál pudiera ser el diagnóstico específico. Por ejemplo: “Mi hijo tiene 7 años y no escucha lo que sus maestros le dicen o piden. ¿Será que sufre del llamado trastorno de oposición desafiante o de déficit de atención?”.

Etiquetar al niño

Eres una niña alocada.                                    
Tú eres  egoísta.
                                   
Tú eres una persona desagradable.

Etiquetar a la acción

Lo que hiciste fue  alocado.

Es un comportamiento egoísta.

Ese fue un comentario desagradable.El doctor Robert Schwebel, un psicólogo clínico especializado en terapia familiar y muy conocido por ser autor del libro ‘Decir no no es suficiente’, afirma que esta clase de preguntas le preocupan porque parecería que estamos más interesados en colocarle una etiqueta al comportamiento en lugar de comprender su total complejidad. “Antes de que lleguemos a conclusiones y  hagamos un diagnóstico, tenemos que hacer muchas preguntas importantes. Parece que todos nosotros, padres y profesionales por igual, hemos tratado como problemas médicos algo que en realidad es más bien un tema de comportamiento”, manifiesta.

Según el especialista, etiquetar a nuestros hijos de esta manera es algo que presenta al menos tres problemas básicos. El primero es que podemos adelantarnos con nuestras apreciaciones y pasar pro alto una información importante. El segundo es que pudiéramos optar por una píldora que cure el problema en lugar de comprenderlo y ayudar a nuestros hijos a resolverlo o resolverlo como familia. Y el tercero es que corremos el riesgo de que nuestros niños puedan ‘vivir’ para hacer honor a esas etiquetas y, por tanto. digan: “Como soy un chico desafiante demostraré mi comportamiento desafiante”.

“He visto chicos que han sido etiquetados cuando su comportamiento es totalmente normal y apropiado a su edad o cuando están luchado con situaciones predecibles durante el desarrollo. Un ejemplo apropiado sería del de la madre que manifiesta que tiene una niña que sufre de oposición desafiante, tiene 2 años y medio y no hace lo que se le pide. ¡Qué absurdo! Todo niño a esa edad se comporta de esa manera y no sufre de ningún desorden por hacerlo. En lugar de etiquetar a los niños necesitamos enseñarles lo que se supone deben aprender en una  etapa en particular de sus vidas. Muy a menudo no hay nada malo con ese niño o niña”, asegura Schwebel.

Por este motivo él sugiere que se debe ir despacio y no apresurarse a etiquetar a los niños sino poner más énfasis en comprender su comportamiento en base a hacer muchísimas preguntas. Por ejemplo, si se enfrenta a un dilema “mi hijo no escucha a su maestra”, conviene hacerse las siguientes preguntas: ¿qué edad tiene el niño o niña?, ¿comprendo lo que significa un comportamiento normal a esta edad? ¿Tiene mi hijo/a problemas para escuchar mientras la maestra da una lección o en otras instancias o en todo? ¿Me escucha en casa? ¿Otras maestras o instructores se han quejado por la misma razón? (Si la respuesta es afirmativa habría que ver si el problema está relacionado con la maestra, el tamaño de la clase o algo nuevo en este año, pero si no es así entonces habrá que preguntarse cuándo comenzó y qué es lo que ha cambiado para que esto suceda).

Otras preguntas necesarias serán: ¿Está su hijo molesto por algo que ha pasado en la escuela o en el hogar? ¿Tiene problemas académicos? ¿Pudiera esto último ser la razón por la que intenta cubrir tales problemas? ¿Está muy adelantado académicamente y pudiera esta ser la razón de su aburrimiento? ¿Cómo se lleva con los compañeros? ¿Será posible que esté buscando más atención?

Dice el especialista que hay como estas muchas más preguntas que se pudieran hacer los padres en su tarea de convertirse en detectives, algo similar a lo que los psicólogos hacen en busca de respuestas y es eso lo que recomienda a todos los padres. Según Schwebel,  un diagnóstico de cualquier tipo debe ser el resultado de una comprensión total de un problema.

En cambio, una etiqueta es un substituto muy pobre para la comprensión del mismo.

Etiquetar las acciones y no a los niños

Todos los padres somos modelos de comportamiento para nuestros hijos,  por ello es especialmente importante tener mucho cuidado con lo que decimos,  pues una  forma de causar un daño muy grande a los chicos es el etiquetarlos. Lo más adecuado según los especialistas es que se ponga una etiqueta a la acción realizada por los hijos y o al niño o a la niña. Para explicar mejor esta sugerencia de etiquetar a la acción y no a la persona a continuación se exhiben unos pocos ejemplos:

Los niños asumen muy seriamente las etiquetas que los padres les aplicamos, mucho más que aquellas que les imponen otras personas. Si bien no podemos controlar lo que diga otra gente sí podemos evitar hacerlo nosotros pues así su autoestima se mantendrá intacta y estarán mejor capacitados para  enfrentar cualquier crítica ajena.

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