¿Sabían que el Oriente no solo ha sido un mito, como se pensaba, sino un lugar en la estratósfera? Pues sí. Nada de reserva de biósfera: de estratósfera es más exacto. Un lugar recorrido por astronautas (o tecnócratas) cuyo trabajo consiste en hacer consultorías de las consultorías de las consultorías para llegar a las conclusiones más insólitas, entre ellas, la creación de tres zonas intangibles que lo cubren casi todo, desde el Napo hasta el Curaray, pintadas en un mapa y con cuadrito adjunto en el que se detallan todas las prohibiciones posibles (algo así como los 10 mandamientos) en cuanto a extracción petrolera, maderera y minera, el turismo, la cacería y la presencia de seres humanos no indígenas condicionada a la voluntad de organizaciones indígenas que no existen.
Suena bonito eso de preservar la estratósfera. Solo que en las zonas que mencionan los astronautas (o tecnócratas) hay comunidades, juntas parroquiales, carreteras, colonos, mestizos, militares, turistas, petroleros, compañías, políticos, prefecturas, municipios, ONG, camiones, gabarras, deslizadores, tubos, motores, helicópteros, socios bosque, relacionadores comunitarios y otras hierbas. Pero eso es lo de menos’ seguramente lo resuelven con otras consultorías, con más planes de manejo, con socializaciones de esos planes en más talleres y con otra buena cantidad de mapas y de líneas base.
En la práctica, a la estratósfera llegarán, eso sí, y más pronto que tarde, los enormísimos pilares del nuevo puente del Coca que enorgullece tanto al Presidente según las declaraciones en su última visita y por el cual pasarán más cómodos todos los camiones posibles para sacar todo el petróleo posible que está justamente ubicado en las tres estratosféricas zonas en donde dicen los astronautas (perdón, los tecnócratas) que todo estará prohibido. En la reserva de estratósfera estarán, de acuerdo a los anuncios presidenciales, las mejores carreteras, las escuelas del milenio, la telefonía inalámbrica, la Internet, la Manta Manaos, el Irsa, el aeropuerto de Nuevo Rocafuerte y otras obras llamadas de desarrollo que, seguramente, darán más votos que todas las consultorías posibles. Todo eso, con plata del TT que se va a explotar en breve y con los ocho bloques petroleros del Curaray que también estarán muy pronto.
¿Habrá un punto intermedio entre la estratósfera que se ha vuelto el Yasuní y el llamado desarrollo? ¿habrá alguna posibilidad de que se pongan sobre el tapete las necesidades reales de la gente, sus urgencias, el ordenamiento del caos con el que ha crecido la región más diversa del país y los derechos de los pueblos que allí habitan y que están siendo continuamente atropellados?