Hay teorías de conspiración que creen que hay una reducida élite de mentes hiperbrillantes que gobiernan el mundo. Consideran que la pobreza, corrupción y desigualdad son efectos deliberados de un pequeño grupo de superpoderosos. Frente a eso yo opongo herramienta excelente de análisis político, el principio de Hanlon (dicho sea de paso, es una de las perspectivas que mejor me ha ayudado a entender la actual administración ecuatoriana): “Nunca atribuyas a la maldad lo que pueda ser explicado por la estupidez”.
Más probable que los países estén gobernados por políticos malvados al servicio de una élite mundial dominante, es que estemos en lo que Aleix Saló llama una ‘simiocracia’.
Justamente, hace unos años, Donald Trump acusaba a Barack Obama de no ser americano. Obama extendió su certificado informático de nacimiento. Trump lo cuestionó. Obama dio su certificado de nacimiento original. Trump luego ofreció 5 millones de dólares si Obama presentaba sus certificados de la Universidad de Harvard. Ante esto, el analista político Bill Maher pidió que Trump demostrara que no era hijo de orangutanes.
¡Donald Trump lo hizo! Pidió a su abogado que extendiera un certificado de nacimiento y escribiera una carta asegurando que Donald Trump era hijo del señor Fred Trump y Mary Anne Trump y no de orangutanes. La carta se hizo pública y debe ser uno de los textos más divertidos que he leído.
Precisamente, uno de los saltos evolutivos e intelectuales más importantes en el ser humano es el dejar de dirigir sus acciones en función de sus emociones y sus impulsos primitivos. Justamente lo que muchos políticos no logran conseguir; particularmente los populistas. Los gritos, los puños al aire, el revanchismo y la venganza, pura emoción.
Esa es la razón por la que el populismo es tan exitoso y tan peligroso. Aviva impulsos poderosísimos como son las emociones, impidiendo que la acción política se base en análisis profundos y políticas técnicas. Es una constante en el populismo que este reclute sobre las capas sociales menos educadas y demandantes de acciones toscas pero agresivas.
Pocos ejemplos son tan elocuentes como la política del muro de Trump para separarlos de los mexicanos. Propone que se le fuerce a México a pagar por el muro. ¿Es esto por cuestiones financieras o por revanchismo? ¿Son consideraciones técnicas vinculadas a la viabilidad y efectividad o ansias de humillar?
A Trump lo leo con el principio de Hanlon, no es que sea brillante, es que se deja llevar por su hígado. Desgraciadamente ese comportamiento se vuelve fácilmente atractivo y popular. A pesar del revés de las primarias de Iowa, Trump sigue liderando las encuestas.
En otras partes del mundo estamos acostumbrados a estos reveses, pero sorprende ver a EE.UU. como potencial ‘simiocracia’.