Olga Imbaquingo. Corresponsal en Nueva York
Los estadounidenses consumen 25 000 millones de botellas de agua cada año. El agua es bienvenida pero los contenedores de plástico están declarados no gratos en 30 ciudades, una de ellas es Nueva York, que tiene prohibido su consumo en las oficinas municipales.
Nueva York, si no fuera por su organizado sistema sanitario, se ahogaría entre fundas, botellas, sillas, mesas, juguetes, computadoras, lámparas de plástico que se ven cada miércoles, día de reciclaje. Aunque, apenas el 17% de su basura se recicla, el resto se exporta a otros estados, por lo cual los contribuyentes pagan unos USD 300 millones anuales.
Solo la industria de las botellas para agua consume unos 17 millones de barriles de crudo en EE.UU., según el Earth Policy Institute. Nueva York ya tiene un fondo de USD 700 000 para promover el consumo de agua de la llave y reducir la presencia de botellas de plástico. Programas parecidos existen en Los Ángeles, San Francisco, Portland, Seattle, Filadelfia…En Chicago hay un impuesto de cinco centavos por cada botella, que paga el consumidor.
EE.UU. produce el 70% de la basura sólida de todo el planeta. El 43% de los desechos corresponde a plásticos: vasos, platos, fundas, botellas, galones. El 80% de los productos una vez usados es desechado.
El país sufre del síndrome de ‘plasticomanía’, que desde todos los frentes se trata de combatir. En Nueva York se desarrolla el Proyecto grifo. En 2008, 300 restaurantes participantes ofrecieron descuentos a sus clientes si solo consumían agua de la llave.
Pero el dolor de cabeza es el despilfarro de fundas de plástico. Unas 100 000 millones de fundas son enviadas a la basura cada año en el país.
“Nadie quiere usarlas, pero el 98% de los hogares del país lo hace porque no tienen alternativa”, dice Brian Davis, presidente de Green Genius, una empresa que está empezando a producir fundas biodegradables.
Han existido intentos de aplicar un impuesto para reducir el abuso en el uso de las fundas de plástico pero no han prosperado.
En Los Ángeles está pendiente una prohibición para 2010. Por ahora lo más serio en Nueva York es la autoconcienciación de los consumidores, que a veces se niegan a aceptar que en los almacenes les entreguen un cepillo de dientes en una funda de plástico, donde cabría una almohada.
“En Bélgica hemos aprendido a llevar nuestra funda de tela cuando vamos al mercado, pero aquí la gente me mira con extrañeza cuando les digo que yo tengo mi propia funda. Incluso algún vendedor se molestó cuando le extendí mi bolsa de tela, me dijo que no creía que una sola funda de plástico causara tantos problemas al ambiente”, cuenta Tine Destrooper, estudiante europea.
Lo que sí tiene Nueva York es un obligatorio plan de reciclaje, en el cual participan los tres millones de hogares, las escuelas, los negocios y las instituciones.
Según John Doherty, comisionado del Departamento de Sanidad, Nueva York tiene en vigencia uno de los programas más grandes de reciclaje en el país.
Todos los plásticos deben ser depositados en fundas grandes de color azul y en las casas y en los negocios hay un tarro para la basura biodegradable y otra para plásticos, si no se respeta ese plan la primera multa es de USD 20, pero la reincidencia sube a 500.
Además, hay cadenas de supermercados como Whole Foods, en donde las fundas de plástico están descontinuadas. En este caso es mejor llevar el bolso de tela.
Sims Metal Management hace el reciclaje de unas 240 000 toneladas de plásticos anuales a Nueva York. Estos son reconvertidos en nuevos productos. Pero ciudades como Seattle, con conciencia ecológica, en verano rechazó la aplicación de un impuesto a las fundas de plástico.