El Instituto Geofísico cuenta con una red de monitoreo que rodea al volcán hasta un radio de 25 kilómetros. Detectan sismos, gases, lahares… Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO.
El Cotopaxi está rodeado de cámaras, sensores, antenas y otros equipos que receptan las alteraciones en el aire y en el suelo que se producen por la actividad volcánica.
De esa forma se detectan los cambios en el interior del volcán, que se reactivó en mayo de este año. Elfuncionamiento permanente de estos aparatos es clave para emprender las labores de prevención ante una posible erupción.
El control de estos equipos está a cargo del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, que trabaja junto a otras entidades locales y extranjeras. Esta entidad recepta las señales de cada dispositivo y elabora los informes periódicos que ayudan a las autoridades de socorro a tomar decisiones, como los cambios de alerta en el caso de la Secretaría de Riesgos.
El Cotopaxi es, al igual que el Tungurahua, uno de los volcanes más monitoreados en el país. En sus alrededores, faldas y en elevaciones cercanas se han instalado artefactos agrupados en 59 estaciones que hacen las veces de guardianes e informadores de las alteraciones de este coloso.
Cada estación es distinta por el tipo de equipamiento que tiene y por la velocidad con la que transmite los datos. Por ejemplo, algunas funcionan con tecnología análoga y otras son más rápidas por tener un sistema digital y de banda ancha. Los equipos son fabricados en Estados Unidos y otros se ensamblan en Ecuador. La información que cada uno registra se envía en señales que son recibidas en las instalaciones del Geofísico en Quito.
El mantenimiento de estas estaciones es constante, según Jorge Córdova, del área de Instrumentación del Geofísico.
Según el técnico, las revisiones se cumplen cuando alguno de los parámetros no funciona correctamente o si las baterías están mal, por cualquier circunstancia. También se hacen visitas semanales de rutina y para hacer estudios mensuales.
Una de estas salidas se realizó el miércoles último. Un equipo, conformado por cinco colaboradores del Geofísico, visitó algunas estaciones para verificar el funcionamiento de sismógrafos, GPS, paneles y baterías. También aprovecharon la salida para realizar una medición de gravedad, con la cual se conoce si hay o no movimiento del magma en el volcán.
“Todos los días hay viajes, sea para el Cotopaxi, Tungurahua o a las estaciones sísmicas, porque todo el tiempo hay cosas que reparar, como la transmisión”, cuenta Juan Anzieta, físico y parte de este grupo.
Aunque en estas salidas participa solo una parte del personal del Geofísico, los 80 integrantes de esta entidad trabajan en conjunto en las tareas de monitoreo de todos los volcanes en observación.
Cada estación en el volcán Cotopaxi está a una distancia promedio de cuatro kilómetros. Y no siempre están cerca de las vías transitables que hay en el interior del Parque Nacional Cotopaxi. Por ello, una visita breve a tres estaciones, como en esta última ocasión, se demoró más de cinco horas. El clima, que en la zona puede variar de soleado a lluvioso, también incide en estos viajes.
Estaciones como la denominada Nasa, están a 2 km del camino principal. Otras, como la Mariscal Sucre, se encuentran a menos de cinco minutos a pie del Centro de Interpretación del área protegida. No es fácil divisarlas, porque están en medio de la vegetación.
Hay estaciones pequeñas y grandes. Estas últimas son las más completas, porque tienen artefactos que miden la emisión de gases, las cuales se manifiestan como fumarolas; estos equipos funcionan únicamente con la luz solar.
También poseen sensores GPS, que receptan la deformación de los flancos por una posible intrusión del magma; sismógrafos, inclinómetros (detectan la inflación del suelo) y micrófonos de infrasonido, que detectan explosiones que no tienen sonido. También se instalaron cámaras que observan lo que sucede fuera del cráter (actividad externa) y las que apuntan a las quebradas para dar aviso de posibles lahares.
Según Córdova, estos últimos equipos son los cuatro nuevos dispositivos que medirán el volumen de los lahares si se diera una erupción. En uno de estos (completo) se invirtieron cerca de USD 12 000.