Nancy Veloz es doctora en Química y se especializó en Protección Ambiental. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Ellos ‘curan’ los ríos y suelos contaminados en Guayas, Chimborazo y Napo. Nancy Veloz, Verónica Bravo y Roberto Erazo crean el ‘remedio’ con miles de bacterias en el Centro de Transferencia de Tecnologías Ambientales (Cestta) de la Escuela Politécnica de Chimborazo (Espoch).
Los tres científicos son riobambeños y trabajan juntos, desde el 2004, en proyectos de remediación del agua contaminada por los desechos domésticos e industriales; y de las zonas afectadas por los derrames de petróleo.
Esa tarea pareciera sencilla, pero no, es compleja. Los tres combinaron y desarrollaron conjuntos de bacterias -como llaman al remedio- para eliminar los contaminantes.
Sus hallazgos han sido publicados en revistas indexadas, como Bioprotección XXI. En 2018, su trabajo fue registrado en cinco revistas. Además, han recibido reconocimientos del Ministerio del Ambiente y de universidades de Francia e Italia.
Roberto Erazo es doctor en Química y tiene una especialización en Cuidado Ambiental. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Actualmente ofrecen sus servicios a Petroamazonas, a la Unión Cementera Nacional y al Municipio de Guayaquil.
Nancy Veloz, una doctora química especializada también en Ciencias Ambientales y Biotecnología, lleva 30 años dedicada a la investigación y a la docencia. Ella es una de las fundadoras del Cestta y la promotora de más de una decena de proyectos ambientales.
Actualmente investiga la contaminación en el río Chibunga, que pasa por Riobamba.
Su estudio, de tres años, reveló que el caudal de 46 kilómetros, que se usa para el regadío de hortalizas y bebederos de animales, está altamente contaminado con químicos, (fertilizantes, detergentes, lubricantes de vehículos) y elementos orgánicos (materia fecal humana y animal).
El río recibe descargas domésticas, de las plantas lácteas y de empresas industriales. “Nuestra propuesta para descontaminar es aplicar un consorcio bacteriano que deprede a los contaminantes”.
Su investigación es considerada relevante, porque desarrolló un modelo de estudio propio para el río. Su tratamiento aún no empieza.
La fascinación por esta área empezó cuando era una adolescente. “Me enamoré de la química en el colegio. Estudiar las bacterias, la forma en la que se reproducen y viven me apasiona”, cuenta Veloz, de 56 años.
La técnica del conjunto de bacterias ya se ha aplicado en otros proyectos, como en el que lidera Verónica Bravo.
Verónica Bravo es ingeniera en Biotecnología Ambiental y especialista en Petróleos. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Ella desarrolló un consorcio de bacterias nativas que se alimentan de los restos de petróleo y lo degradan. Así remedió 50 toneladas de suelo contaminado por un derrame petrolero en el pozo Sacha, en Tena.
Ella empezó a investigar pozos petroleros hace 11 años, cuando aún era una estudiante en la carrera de Ingeniería Química. De hecho, fue su tema de tesis sobre la remediación del pozo Sacha lo que la vinculó permanentemente al Cestta.
“Escogí esta carrera porque crecí en el campo, y siempre soñé con encontrar una forma de cuidar la naturaleza”, cuenta Bravo, de 34 años.
Su proyecto para descontaminar pozos petroleros se destaca porque se utilizan bacterias nativas que se comen los hidrocarburos y luego se autoeliminan, sin desequilibrar el sensible ecosistema amazónico.
Antes de que lo desarrollara, las empresas petroleras utilizaban un costoso mecanismo de remediación, hecho a partir de bacterias extranjeras que, tras alimentarse de los contaminantes, también depredaban a las bacterias nativas y generaban desequilibrios ambientales que afectaban a la selva amazónica.
El costo de remediación de ese proyecto en el pozo Sacha fue de USD 14 millones.
Roberto Erazo, otro fundador del Cestta, creó un consorcio bacteriano para descontaminar el estero Salado de Guayaquil. Esa combinación redujo el 80% de la contaminación de una parte del estero en un período de tres meses. “El desafío del estero Salado fue que, a diferencia de otros sitios donde ya teníamos experiencias previas, tuvimos que fijar las bacterias a un sustrato inerte para luego retirarlo”.
Él actualmente trabaja en el desarrollo de una nueva composición de bacterias, que podrían degradar incluso los metales pesados y reducirlos a compostaje. El proyecto está en la segunda fase de estudio. “Nuestra meta es desarrollar nuevos mecanismos para detener la contaminación”, dice Erazo de 53 años.
Él es el autor de artículos científicos sobre las bacterias y es parte del grupo internacional de investigación Gaibag, en el que participan 54 universidades del mundo, con algunas de las cuales ha colaborado. Pero dice que el logro más importante fue la articulación del Cestta en el 2004.
Él promovió la creación del Centro que funciona por autogestión y es autónomo. Hoy en el Cestta trabajan 50 científicos, todos graduados en la Espoch.