Estudiantes del Colegio Becquerel iniciaron su participación estudiantil con campañas para prevenir la xenofobia. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO.
Aportar en la solución a problemas sociales de un barrio, practicar un deporte o promover buenas prácticas ambientales son acciones en las que se enfoca el Programa de Participación Estudiantil (PPE).
Este es un requisito para graduarse de bachilleres, tanto en colegios fiscales como municipales y particulares.
La normativa está vigente desde el 3 de mayo del 2016, a través del Acuerdo Ministerial Mineduc-ME-2016-00040-A, que se ampara en los artículos 198, 202 y 203 del Reglamento General a la Ley Orgánica de Educación Intercultural.
Estos espacios de participación, se detalla en el acuerdo, buscan fomentar y reconocer algunas capacidades como la innovación, reflexión y expresión de los estudiantes. Esto con la participación en proyectos en los campos de convivencia, ambiente, innovación tecnológica, artístico-cultural y vida saludable, establecidos por el Ministerio.
La normativa determina que los estudiantes deben cumplir con un total de 200 horas de actividades, divididas en 100 horas en primero y otras 100 en segundo año de bachillerato. Es decir, completan cinco horas semanales, durante 20 semanas del año escolar.
Unos jóvenes practican deporte, son parte de un instituto de arte o tienen otros espacios de desarrollo. Para ellos la opción es convalidar las horas de sus prácticas con las de participación estudiantil, pero deben cumplir ciertos requisitos.
Esteban Egas, de 14 años, es uno de ellos. Él practica natación desde los 4 e integra el Club Regatas, ubicado en el norte de Quito. Ahí se entrena de 16:30 a 20:30, de lunes a viernes, y los fines de semana, dos horas en la mañana. Ha participado en competencias nacionales y extranjeras. Pero no es seleccionado nacional.
Su recorrido como deportista no fue reconocido para convalidar las horas del PPE. En su colegio, las actividades de participación serán los sábados de 07:00 a 15:00.
Eso lo deprimió, comenta su madre, Paula Acosta. Se perderá competencias y cambiará el ritmo de entrenamiento.
Según el Ministerio de Educación, chicos con o sin discapacidad, deportistas de alto rendimiento o con proyección a serlo, seleccionados de equipos de fútbol profesional o miembros de una federación deportiva, pueden optar por convalidar esas horas.
Eso dice al menos la normativa. Pero Acosta se queja porque la Secretaría del Deporte , en donde se presentan las solicitudes para este proceso, no ha valorado la práctica constante de natación de su hijo.
Una historia parecida vive Melany Mecías, de 15 años, quien practica ballet desde los 7. Lo hace tres veces por semana, de 18:00 a 19:30, en el Instituto Magnetic Dance Studio. Los sábados, de 12:00 a 14:00.
Ella ha participado en varios eventos artísticos y pensó que podría convalidar ese entrenamiento con el programa de participación en su colegio. No lo logró, ya que le explicaron que solo podría acceder si perteneciera a un club de danza del mismo plantel.
En el área artística, la normativa determina que la convalidación aplica si los chicos están legalmente matriculados en un colegio de arte reconocido por el Ministerio. O también si integran orquestas, coros, elencos de danza, etc., con servicio a la comunidad.
Además, deben tener más de 10 horas semanales avaladas por la institución artística a la que pertenecen.
Esteban Santos es deportólogo y dirige la Clínica de Traumatología y Deporte del Hospital Metropolitano de Quito. Dice que el deporte es vital para los adolescentes pero no debe ser necesariamente competitivo ni en exceso.
Para Paulina Morales, decana de la Facultad de Ciencias de Educación de la Universidad Católica del Ecuador, los espacios de participación estudiantil son necesarios para el desarrollo de otro tipo de destrezas. Un chico no debe estar en una sola actividad. Sugiere que los alumnos deportistas o artistas aporten a esos proyectos escolares con sus experiencias. De esta manera no pierden su entrenamiento o práctica ni tampoco se alejan de los espacios académicos.
En esa línea va Svetlana Pozo, coordinadora de proyectos estudiantiles del Colegio Becquerel. Dice que la reflexión y el servicio a la comunidad son claves. En su colegio tienen Bachillerato Internacional y su propuesta se denomina Programa CAS (Creatividad, Actividad y Servicio). Esas son las tres líneas de acción.
Pozo explica que si un chico practica un deporte o es parte de alguna agrupación artística puede convalidar sus prácticas. Pero debe enfocarlas al servicio de su entorno.
Si un alumno es gimnasta puede generar un proyecto personal. Por ejemplo hacer tutoriales que aporten a mejorar la calidad de vida en su colegio o barrio. Los chicos pueden proponer actividades.