La presencia de escúteres, bicimotos y patines eléctricos es más común en el Centro Histórico de Cuenca. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO
A inicios de abril, el cuencano José Ramírez, de 30 años, fue despedido del restaurante donde laboraba, por la crisis sanitaria. Con su liquidación y ahorros compró en mayo un escúter en USD 1 500.
No estaba en sus planes, pero pensó que le serviría para trabajar y cumplir el distanciamiento social cuando se movilizara. Ahora labora como distribuidor de pan usando este medio de transporte.
Antes de la pandemia, cerca del 60% de los 600 000 habitantes de la capital azuaya usaba transporte público para llegar a sus trabajos, planteles educativos, universidades y realizar otras actividades diarias, de acuerdo con un estudio realizado por Llactalab, de la Universidad de Cuenca.
El resto se movilizaba en vehículos privados, en medios alternativos como bicicletas y bicimotos o caminaba. Actualmente, con la reducción de las actividades presenciales los buses circulan casi vacíos.
Daniel Orellana es experto en movilidad y miembro del grupo de investigadores Llactalab. Según él, antes de la pandemia el 1,5% de los azuayos usaba bicicleta, escúter o monopatín (estos dos últimos eléctricos). Pero ahora ese porcentaje subió al 6%.
Estos medios se han convertido en una opción para evitar el transporte público y así reducir el riesgo de contagio, dice Ramírez. “Mantenerse por más 20 minutos en un bus y sin ventilación sube ese riesgo”.
Antes de la pandemia, Ramírez y Jacinto León (quien optó por una bicimoto) usaban buses para ir al trabajo.
En las calles de Cuenca es común observar escúteres, monopatines y patinetas eléctricas, manejados por jóvenes y adultos. “Es amigable con el ambiente, ágil y ahorro dinero”, dice León.
Orellana analiza que dentro de todo lo malo que deja la pandemia también ha tenido beneficios, como la movilidad activa, es decir, la que demanda esfuerzo físico de la persona como caminar, utilizar patineta, monopatín o escúter.
“Esa demanda nace a partir de la necesidad de mantener la distancia física. El transporte público significa para muchas personas un foco de propagación; ahora su uso genera resistencia”, señala Orellana.
En los locales comerciales subió la demanda de estos artículos. Luis Silva, asesor comercial de Ochoa Motors, vende 15 escúteres y monopatines al mes, antes de la pandemia, solo tres. Sus clientes son jóvenes y emprendedores. Su local está en la avenida de Las Américas y en esa misma zona hay cuatro almacenes similares.
Los escúteres tienen una velocidad de hasta 50 kilómetros por hora y la batería tiene una autonomía de cuatro horas; cuestan entre USD 1 200 y 1 700. Los monopatines, de entre 20 y 35 kilómetros por hora, valen hasta USD 700.
Según Silva, las personas prefieren estos medios alternativos porque son fáciles de manejar y no necesitan licencia ni matrícula para conducirlos.
En Loja ocurre algo similar. Un estudio del Municipio determinó que el 0,08% de los 220 000 habitantes se movilizaba en bicicleta. El concejal y presidente de la Comisión de Movilidad, Nixon Granda, considera que ese porcentaje se triplicó por la pandemia.
En las calles se observa más circulación de personas que manejan un escúter, lo cual no se veía antes. “La gente prefiere la movilidad individual, porque no tiene contacto físico con otras personas ni con superficies que podrían estar infectadas”, señala Granda.
Para él, ahora hay que trabajar en seguridad vial para conseguir que más personas opten por medios alternativos. Menciona proyectos como la construcción de ciclovías, la bicipública, los biciparqueos, educación vial y la reforma de ordenanzas de movilidad frente a la nueva realidad.
Una ventaja en Loja y en Cuenca es que son ciudades medianas en términos de distancia. En el caso de la segunda, el 90% de los viajes se hace en 15 minutos, de acuerdo con un estudio de Llactalab.
Cuenca tiene 52 kilómetros de infraestructura ciclística, de los cuales 12 km se añadieron en esta emergencia.
Loja dispone de 12 km y el mes pasado la Unidad Municipal de Tránsito mejoró la señalética para dar seguridad a los usuarios en las calles Eduardo Kingman y Mercadillo y Lourdes, 18 de Noviembre y 24 de Mayo, y hacia el parque Jipiro.
Para Orellana, lo que venga en la pospandemia va a depender mucho de lo que se haga ahora, para ordenar la movilidad activa. Él dice que la mayoría de urbes perdió una oportunidad para repensar y establecer los cambios que se necesitan, como
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