Liliana Mugliza. Redacción Tulcán
Las piezas del rompecabezas se arman con agilidad en las manos de Erika Paspuel, alumna de cinco años. En dos mesas de madera desgastada hay otras figuras que Marlon Cumbal une sin dificultad. Esa es la tarea que la profesora Nancy Villarreal les puso a los estudiantes de primero de básica.
En el mismo salón de clases, a pocos pasos, Villarreal se reúne con cuatro niños de segundo. Los alumnos unen tres mesas, abren sus libros de lenguaje y revisan las palabras agudas, graves y esdrújulas. La maestra cruza al frente del salón estrecho e instruye a los chicos de tercero y cuarto de básica.
Los dramas familiares
La escuela rural tiene apoyo de Christian Children Fund (CCF) del Ecuador. El organismo aporta con recursos para el mobiliario y la alimentación de los niños.
Los padres de familia aportan con USD 10 adicionales cuando se acaban las raciones alimenticias que entrega el Ministerio de Educación.
Los problemas familiares no faltan, algunos niños viven con sus tíos y abuelos. Los padres laboran en Quito e Ibarra y viajan una vez al mes para visitarlos.En otra aula, donde sobresalen dibujos pintados en los vidrios de la ventana, se encuentra el docente Luis Paillacho. Él enseña a los estudiantes de quinto a séptimo. El profesor escribe un ejercicio de matemáticas que los alumnos razonan y resuelven.
“Se asigna tareas a unos y a otros y así se trabaja con todos”, dice. Para él, es una ventaja enseñar a un grupo reducido.
Este sistema de estudio que Villarreal y Paillacho emplean en la escuela fiscal pluridocente Carlos Martínez Acosta, les sirvió para ganar el reconocimiento a la Excelencia Académica Aurelio Espinosa Pólit, entregado el lunes 18 por el presidente Correa.
13 alumnos de cuarto y séptimo de básica obtuvieron un alto puntaje en la evaluación de las pruebas SER, que el Ministerio de Educación aplicó en 2008.
Rosa Gualpa, madre de familia, se sorprendió cuando se enteró del logro académico. “Imagínese, somos pobres y nos hicimos famosos”. Su hija, Jéssica
Paspuezan, participó en la evaluación. “Las preguntas no fueron difíciles y terminamos rápido”.
La escuela está ubicada en la comuna San Juan, en la parroquia de Cristóbal Colón, provincia de Carchi. Un camino empedrado conduce al plantel educativo.
Los moradores son personas sencillas que viven de la agricultura y la ganadería, cuenta Paillacho. Nancy Villarreal recuerda que hace 21 años la escuela Carlos Martínez Acosta tenía una sola aula con piso de tierra, carecía de cerramiento y letrinas.
Los padres de familia y los dos educadores consiguieron recursos de la Prefectura y de organismos internacionales. Con presupuesto se construyeron dos aulas adicionales con piso de cerámica, cerramiento, una cocina y el patio de cemento.
Testimonio: Nancy Villareal, profesora El almuerzo escolar se sirve en un salón de clases que además es utilizado para guardar el material didáctico. Los 32 niños y niñas se sirven los alimentos y cada estudiante lleva su plato, cuchara y vaso marcado con su nombre. En la cocina, las madres de familia se turnan cada semana y varían el menú alimenticio.
Jéssica Paspuel, alumna de 9 años, dice que necesitan más computadoras. La sala que se construyó en el área de computación se utiliza para las clases de los alumnos de primero a cuarto de básica. Apenas tienen dos computadores y necesitan más para el aprendizaje de los chicos.
Con los USD 25 que aporta el Gobierno se compra tiza líquida, material didáctico y se pagan los servicios básicos.
La maestra Villarreal explica que es penoso que alumnos inteligentes no vayan al colegio y que su futuro sea el trabajo en el campo. “Las niñas se dedican al cuidado de la casa y abandonan los estudios secundarios”. Por eso esperan que el Ministerio de Educación les ayude con becas para los niños y niñas y así puedan continuar sus estudios. Termina el recreo y Erika Paspuel retorna al aula y arma otro rompecabezas…