La francesa que elevó la crónica autobiográfica al olimpo de las letras

Annie Ernaux, a sus 82 años se convirtió en la primera mujer francesa en ganar un Nobel de literatura. Foto: EL COMERCIO.

La impronta de la escritora francesa Annie Ernaux (Lillebonne, 1940) es la literatura autobiográfica. Esa que se escribe imprimiendo una voz narrativa en primera persona a las cosas que le suceden a la gente común y corriente a lo largo de su existencia.

Esta huella literaria es la que el jueves 6 de octubre destacó el jurado que le otorgó el Nobel de Literatura. El primero en la historia para una escritora francesa. El galardón le fue concedido “por el coraje y la agudeza clínica con la que desvela las raíces, los extrañamientos y las restricciones colectivas a la memoria personal”.

Empezó su carrera literaria, a inicios de los años 70. Sus libros comenzaron a poblarse de paisajes y personajes que fueron parte de sus años de niñez y juventud. Además, de escenas ambientadas en las zonas marginales, rurales y campesinas de Francia.

Con el tiempo, su obra se transformó en una colección de vivencias: la de una joven que decidió dejar el campo para estudiar letras; la de una hija que tuvo una relación complicada con su madre, a propósito de la clase social que dejó atrás; la de una mujer que vivió las miserias de la vida marital; o la de una madre que tuvo que enfrentarse con la tragedia del cáncer.

Entre sus libros más traducidos está ‘El acontecimiento’ (2000). En esta novela habla sobre el aborto clandestino que se realizó en 1963; una época en la que en Francia esta intervención médica era penada con cárcel y multas. Además del desamparo y la discriminación por parte de una sociedad que le dio la espalda narra su lucha frente al profundo horror y dolor de un aborto clandestino.

Sus reflexiones sobre el aborto también aparecen en ‘Los armarios vacíos’ (1974) y ‘Pura pasión’ (1992). En un pasaje de esta novela, la voz narrativa se pregunta si es la única a quien se le ocurre volver al lugar de un aborto.

“Me pregunto si no escribo para saber si los demás no han hecho o experimentado cosas idénticas o, al contrario, para que les parezca normal experimentarlas. O incluso para que las vivan a su vez, olvidando que un día las leyeron en una parte”

Sus libros imperdibles

‘El lugar’ (1983) significó su abandono del mundo de la ficción. Luego de tres novelas publicadas, y su estreno en el de la crónica autobiográfica. Aquí la narración gira alrededor de la relación que tenía con su padre, un antiguo obrero que se convirtió en propietario de un pequeño comercio.

La escritora rastrea la vida de su padre. Al tiempo que se interroga sobre la manera de contar esa vida sin embellecer su dureza y su precariedad.

En ‘Los años’ (2008), arma una crónica de los cambios de la sociedad francesa de posguerra, a través de la vida de su familia. Para ello convoca a todos los recuerdos que son parte de su memoria oral, visual y sonora.

Habla de las películas y las canciones que marcaron una época y también incluye el testimonio de cómo nació su gusto por leer y escribir. Por esta novela ganó el Premio Marguerite Duras y el Premio Strega Europeo.

En ‘Memoria de chica’ (2016) vuelve al verano de 1958 para narrar su primer encuentro sexual con un hombre. Con la ayuda de fotografías y de cartas recuperadas hurga en su memoria para recordarlo pero, sobre todo, para rescatar a esa chica de 17 años que vivía aferrada a sus libros y familia y que un día, en un campamento, conoció lo que era el deseo.

En sus últimos libros, entre ellos ‘El hombre joven’, persiste su decisión de narrarlo todo en primera persona para lograr que las vivencias de esa mujer campesina que apostó su vida por la literatura sean el eco de una sociedad.

En este contexto, su literatura puede ser leída como los cuadernos de una etnógrafa o de una socióloga que sabe que la huella de lo global siempre se esconde en lo singular.

Asimismo, como señaló el jurado que, en 2019, le entregó el Premio Formentor, Ernaux “desvela sin pudor la condición femenina, comparte con el lector la intimidad de la vergüenza y reflexiona sobre la fragmentación de la vivencia contemporánea”.

La buena noticia para los lectores ecuatorianos es que gran parte de su obra está traducida al español bajo el sello de las editoriales Cabaret Voltaire y Tusquets.


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