Elizabeth C. debe usar muleta porque, durante la pandemia, se afectó su columna. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Cada vez que se levanta, antes de dar un paso, Elizabeth C. (quien no quiso dar su apellido), hace una pausa de tres minutos. Debe esperar a que sus piernas “reaccionen” y recién ahí empieza a caminar despacio, con ayuda de una muleta.
La mujer, de 41 años -que antes de la pandemia caminaba con soltura por el aula mientras impartía clases, subía sin complicaciones las gradas y no tenía reparos para agacharse a tomar algo del suelo- sufre desde hace cuatro meses dolores “insoportables” en la parte baja de su columna vertebral.
Esta afección, conocida como lumbalgia, se agudizó con el cambio de modalidad de su trabajo y de su rutina desde hace más de un año. Ahora pasa la mayor parte del tiempo sentada en una silla regular.
Permanece en esa posición mientras imparte clases virtuales, cuando revisa las tareas, al supervisar los deberes de su hija Layla, de 8 años, y durante las actividades que desarrolla para su maestría. “Paso sentada alrededor de 15 horas al día”, comenta Elizabeth C.
La realidad que viven esta y otros profesionales, que son parte de las 448 976 personas que se mantienen desde hace un año en la modalidad de teletrabajo por la emergencia, según datos del Ministerio de Trabajo hasta el 5 de marzo pasado, ha provocado un notable incremento en las atenciones por afecciones en la columna vertebral en los consultorios médicos privados, en el último año, refiere Rosa Ramírez, médica traumatóloga.
“Antes de la pandemia, las lumbalgias se presentaban por movimientos bruscos o caídas, ahora responden a la mala postura que se adopta mientras se trabaja. Incluso niños y jóvenes vienen con estas dolencias”, explica Ramírez.
Los dolores de espalda como estos, la inflamación de los tendones de la muñeca (síndrome del túnel carpiano) y la afección al oído (hipoacusia neurosensorial bilateral) son las tres enfermedades profesionales más comunes en la pandemia, según el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social.
No todas las afecciones de este tipo llegan a calificarse como enfermedades laborales, sino solo aquellas en las que se ha identificado que la causa es un ambiente inapropiado para el desempeño del trabajador y que el daño tendrá secuelas a largo plazo, luego de un proceso de investigación de la entidad, detalla Felipe Pezo, exvocal del Seguro Social.
Esto explica que de febrero del 2020 a febrero del 2021 hubo 66 casos de afiliados con enfermedades profesionales calificadas como tal. Representa el doble de atenciones que hubo en el año previo (33).
Fuente: Rosa Ramírez, médico traumatóloga/ EL COMERCIO
Otro problema, según Pezo, es que los afiliados no saben cómo reportar estas enfermedades. Se atienden en el seguro general y no en Riesgos del Trabajo. Otros prefieren ir a consulta privada.
Elizabeth cuenta que ella, pese a estar afiliada, no acudió a esta entidad porque su condición era delicada y necesitaba ayuda urgente. Por esto, decidió ir a consulta privada.
En estos centros, por ejemplo, las lumbalgias se han convertido en la principal dolencia. Representan 70% del total de atenciones al mes. Antes de la pandemia eran entre el 30% y el 40%, menciona Ramírez.
Amanda Fonseca, licenciada en Fisioterapia, coincide en que los problemas de columna han aumentado. Pasaron del 40% al 70% en el último año.
Según la Organización Mundial de la Salud, tras la pandemia, entre el 80 y el 90% de las personas sufren dolores de espalda porque cuidan menos su postura al sentarse, dormir, levantar objetos, entre otras tareas del hogar, que se han multiplicado por el aislamiento social obligatorio y que se suman a las que implica el teletrabajo.
Ahora, después de cuatro meses de tratamiento médico y fisioterapias, Elizabeth dice que se siente mejor, aunque le diagnosticaron que su caso requiere de una cirugía.
Ahora hace pausas activas. Sin embargo, esta rutina no se compara con la actividad física que tenía antes de la pandemia. Ahora sus movimientos se limitan a trasladarse de una habitación a otra en su casa.
Por esta razón, Fonseca recomienda que las personas caminen al menos 10 minutos al día e incrementen ese tiempo de manera progresiva para mejorar su condición física.
Durante la jornada de trabajo, Ramírez y Fonseca sugieren también utilizar una silla ergonómica y mantener una posición correcta. No se recomienda laborar con las piernas cruzadas, sentada en la cama, en la silla del comedor o en un sofá (gráfico). En promedio, en el mercado hay sillas que van desde USD 50 hasta más de USD 250. Esto ha hecho que a Elizabeth le resulte difícil invertir en este producto.
Ante esta situación, cuando las condiciones se lo permiten, ha optado por revisar las tareas de pie o pedir el apoyo de su familia para ejecutar ciertas actividades. También antes de recostarse se coloca una compresa caliente en
la espalda baja.
Con estas acciones, ella busca atenuar el dolor y relajarse, mientras logra tramitar una cirugía en el Seguro Social para que le coloquen una prótesis en su cadera, porque su condición se volvió crónica.