Los emprendedores exponen sus productos en los exteriores de la Casa Museo. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Un pequeño taller comunitario se convirtió en una planta de manufactura de mermeladas. Las propietarias del emprendimiento Killa Pacari son las 60 mujeres de la comunidad San Francisco de Cunuguachay, situada en la parroquia Calpi, de Riobamba.
Ellas transforman las zanahorias y fresas de sus huertos en dulces ideales para acompañar galletas, panes y otros bocadillos de sal. Además, procesan hortalizas y mermeladas de frutos tropicales, como maracuyá y guayaba.
La fábrica de mermeladas se inauguró en el 2016 y es uno de los 80 emprendimientos que reciben ayuda de la Dirección de Desarrollo Económico del Municipio de Riobamba. El Cabildo aprobó en el 2015 y 2016 dos ordenanzas que promueven el sistema de economía popular y solidaria, y emprendimientos de universidades e institutos tecnológicos.
Killa Pacari es uno de los negocios insignia favorecidos por esa legislación. Este recibió el auspicio de la Embajada de Australia para adquirir una máquina y envasar sus productos en sachés; antes era en frascos de vidrio. Con esta presentación, ellas aspiran a llegar a un nuevo mercado: hosterías y restaurantes de Chimborazo. Se hacen las negociaciones.
El contacto con la Embajada australiana se dio a través del Municipio. En la primera ordenanza, del 2015, el Cabildo se comprometió a respaldar a los emprendimientos asociativos y familiares con asesoría técnica, organización de ruedas de negocios y ‘showrooms’ para acercarlos a potenciales socios estratégicos, y a la apertura de espacios de comercialización.
“La ayuda que recibimos es muy valiosa y así hemos podido mejorar la calidad de nuestro producto. Aquí han llegado técnicos, estudiantes y varios especialistas que nos capacitaron y nos ayudaron a definir nuestro proceso de producción”, cuenta María Maji, presidenta de la organización.
También reciben ayuda para conseguir sus patentes municipales y otros permisos de funcionamiento. Los técnicos asesoran y monitorean los trámites para agilizarlos.
De hecho, la gran cantidad de solicitudes inspiró la creación de esta ordenanza. “Hicimos un estudio cuando vimos que había una gran cantidad de solicitudes en las ventanillas; hasta el 2015 había 400 trámites. Nos dimos cuenta que en Riobamba había emprendimiento y que necesitaban apoyo”, dice Humberto Llangarí, director de Desarrollo Económico del Cabildo.
En agosto se abrió un espacio de comercialización en 10 estands. Los pasillos patrimoniales de la Casa Museo de Riobamba, en el centro histórico, se activan los martes, miércoles y viernes. Los emprendedores, que ocupan el espacio por turnos, muestran obras de arte, joyas, ropa, accesorios y productos alimenticios con valor agregado.
Ellos subieron sus ventas y tienen más seguidores en redes sociales, es la principal plataforma de ventas para los pequeños negocios, dice Martha Tello, de Artesanías Marthita.
La segunda ordenanza apoya los emprendimientos estudiantiles de universidades e institutos tecnológicos a través de un concurso que otorga premios económicos. El reto para los jóvenes es idear soluciones prácticas y sustentables a problemas de la ciudad.
El Municipio premia con USD 7 000, 5 000 y 3 000, que se convierten en un capital semilla. En la cuarta edición, realizada en junio pasado, participaron 33 emprendimientos.
Los estudiantes propusieron ideas novedosas para lograr la inclusión de personas con discapacidad, proyectos ecológicos para reducir la contaminación ambiental, mezclas alimenticias para mejorar la nutrición infantil y una diversidad de proyectos científicos.
Los ganadores del primer lugar fueron los estudiantes del Instituto Tecnológico Superior Carlos Cisneros. Ellos desarrollaron una silla de ruedas adaptada para personas con paraplejia, que se mueve en coordinación con los movimientos oculares del usuario.
“El dinero que reciben los chicos está destinado a utilizarse como capital semilla, la idea es incentivar para seguir generando innovación tecnológica y buscar proyectos que podamos ejecutar en la ciudad”, dice Pablo Narváez, director de la Unidad de Cultura.
Danosos Company, un grupo estudiantil de la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo, ganó la primera edición del concurso. Ellos diseñaron un robot semejante a un juguete, que permite reducir, de cinco a dos años las terapias psicológicas para niños con autismo y síndrome de Asperger.
Cuando recibieron el premio (USD 7 000) cursaban el cuarto y quinto semestre en la Facultad de Ingeniería Electrónica, e invirtieron el dinero en una impresora 3D.
Hoy, cuatro años después, ellos están cerca de graduarse y de cumplir con la siguiente fase, que es la comercialización de Willow, el robot terapéutico. Ahora se preparan para vender la idea, comenta el estudiante Cristian Arellano.