La casa de la hacienda Totorillas hoy se usa como bodega de granos, abonos y alimentos para los animales. También funciona un proyecto turístico. Foto: Ángel Barona para EL COMERCIO
Asociaciones de mujeres comercializadoras de chochos, quinua y papa, y almacenes de semillas certificadas se desarrollan en Guamote y Alausí, donde antes funcionaban grandes haciendas.
Tres asociaciones se organizaron para explotar esas tierras que comprenden 22 019 hectáreas de tres haciendas.
La antigua casona de la hacienda La Armenia, en Riobamba, está cerrada y la gente aún no decide qué hacer con ella. Pero en sus 19 hectáreas prosperan los cultivos de brócoli, frutillas, tomates, cebollas y una variedad de vegetales. Las 54 familias comercializan esa producción en el Mercado Mayorista de Riobamba.
“Conseguir esta tierra no fue fácil. Requirió organización y trabajo conjunto, ahora somos muy felices aquí, con un suelo propio y una herencia para dejar a nuestros hijos”, cuenta Pedro Cando, uno de los dirigentes más antiguos de la comunidad.
Hablar de la época de la hacienda no es fácil para las 230 personas que ahora viven allí. Ellos sienten recelo y desconfían de los extraños que ocasionalmente les visitan. “Los dueños tenían un chaquiñán que conectaba a la hacienda con Riobamba; nosotros a veces les pedíamos paso y lo negaban, teníamos que trabajar en mingas sin paga y escondernos cuando pasábamos por ahí”, cuenta Manuel Cando, otro dirigente.
El agricultor Manuel Cando cuida los sembríos de pimiento amarillo en la hacienda La Armenia. Foto: Ángel Barona para EL COMERCIO
En 1992, cuando en Chimborazo hubo enfrentamientos y protestas para acceder a las tierras, la gente que antes vivía en la comunidad Amulá Chico decidió enfrentar a los dueños de La Armenia. “Nuestra lucha no necesitó violencia, no tuvimos que invadir como pasó en otros sitios, pero sí superar todos los obstáculos económicos y legales que nos puso la familia”, dice Cando.
Las tierras se adquirieron con la intervención del ex Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria, la Diócesis de Riobamba y créditos del desaparecido Banco de Fomento.
El 10 de agosto de 1992 se posesionaron de las tierras. “Fue un lunes, mientras sonaba en la radio la posesión del nuevo presidente de la República (Sixto Durán), nosotros entrábamos a nuestro nuevo hogar. Ese día lloramos, nos abrazamos”, dice Pedro Cando.
El brócoli es el producto estrella. Comercializan semanalmente cuatro cargas (16 000 unidades, aproximadamente).
En el 2004 empezaron a exportar al extranjero, a través de intermediarios, pero luego de dos años el precio cayó en el mercado internacional y decidieron comercializar las hortalizas en ferias locales.
Manuel Cando comenta que la ganancia mejoró cuando decidieron vender en el mercado. “Hoy, lo que nos mantiene unidos es evitar los precios bajos de los intermediarios”.
Actualmente, la Asociación sigue funcionando y el número de familias se incrementó de 30 a 54. La nueva generación apostó por la diversificación de cultivos y hoy también produce tomate riñón, fresas, cebollas y otros vegetales.
En Guamote, a una hora de Riobamba, está la hacienda Totorillas, que fue una de las más importantes de la provincia en los años 80. En esa época, las cerca de 12 000 hectáreas le pertenecían a un solo propietario, hoy acogen a cinco comunidades.
La antigua casona de hacienda se transformó en un sitio de hospedaje para turistas, mientras que en los exteriores funciona una granja comunitaria de 42 hectáreas. El resto de la propiedad se dividió entre los habitantes de las cinco comunidades para que construyeran sus viviendas y huertos.
La hacienda generó ocho fuentes de empleo directo. Ahí funciona una fábrica de queso, yogur y manjar de leche, que procesa unos 200 litros diarios de leche que se recogen en la misma granja. Los productos se comercializan en la feria local de Guamote.
Además, la gente aprovechó los detalles arquitectónicos de la época colonial de la hacienda para emprender. Ahí hay 10 habitaciones, dos teatros y un comedor, que hoy se ofrecen para talleres y capacitaciones.
“A los turistas les encanta conocer la hacienda y dormir aquí, dicen que se siente como una película antigua”, cuenta José Naula, el administrador.
Las habitaciones cuestan USD 35 por persona por noche y al año llegan unas 40 visitas. “El emprendimiento es nuevo y apenas empezamos la difusión. Esperamos pronto incrementar el número de visitantes”, cuenta Naula.
El espacio se usa también para mejorar la agricultura. Parte de las parcelas se conservó para ensayos con nuevas variedades y técnicas agrícolas.
A 30 minutos de Guamote está la Hacienda Pull, que se dividió para beneficiar a cinco comunidades. La casa de hacienda está abandonada, pero en las 10 000 hectáreas de terrenos prosperaron tres emprendimientos asociativos; uno de ellos, liderado por las mujeres de la zona.
“A la gente no le gusta la casa de hacienda, les recuerda el maltrato y la explotación que vivieron”, comenta Julio Gortaire, párroco de Guamote. Él conoció la hacienda hace 43 años. “Toda la tierra pertenecía a un solo propietario y la gente vivía en condiciones sumamente pobres”.
Hoy, ahí funciona la empresa comunitaria Mushuk Yuyai, integrada por 62 socios de las cinco comunidades. Ellos se dedican a comercializar semillas certificadas de chochos, chochos cocidos y listos para el consumo y grano seco.
Ellos siembran la leguminosa en sus huertos familiares, luego acopian el grano en la asociación. Venden 400 quintales cada seis meses.
Los granos se ofertan en Riobamba, Ambato y Quito. Además, la asociación selecciona las semillas certificadas para comercializarlas a otros 112 productores de chochos.