Un embeleso oleaginoso

Martín Pallares. Editor de Política

Identificar cuál es la poderosísima fuerza que une incondicionalmente a nuestro Presidente con el mandamás venezolano sería una gran contribución al estudio de la geopolítica regional y sin duda una forma de entender el proceso político del país.

La tropical decisión de ingresar a la Alternativa Bolivariana para las América (Alba), por ejemplo, es uno de los  hechos  que obligan a especular sobre los verdaderos motivos de la filiación de Correa. 

El argumento de que con el Alba, (una intelequia integracionista que aglutina a economías en estado comatoso con el oleaginoso gobierno de Chávez) estamos mejor preparados para defendernos de organismos como el Banco Mundial o de los arbitrajes del Ciadi  resulta tan ridículo como afirmar que adherirse a un organismo de países exportadores de fréjol es lo mejor que se puede hacer para evitar terremotos en la costa del Pacífico occidental.

Y asistir al patético y triste espectáculo que resulta ver a una persona preparada y muchas veces lúcida, como Correa, caer en estados de embelesamiento agudos cuando se halla cerca de Chávez, también obliga a recurrir a la imaginación en búsqueda de explicaciones  lógicas.

¿Por qué fue Chávez y no Correa quien anunció el ingreso del Ecuador al Alba? Un mínimo de la dignidad y de la soberanía con las que Correa inflama a sus discursos antiimperialistas  bastaba para elevar al menos una mueca al parlanchín de Barinas.

Quizá una de las explicaciones posibles del encandilamiento de Correa con Chávez está en el brillo que destella el pronóstico hecho por el gran chamán petrolero, Jeff Rubin, de que el petróleo volverá a tener precios de tres dígitos.

Dicen que por la plata baila el perro, pero es triste pensar que esa es la música que anima el embeleso de Correa.

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