Militares que operan en la frontera norte, durante una incursión en la selva para detectar grupos ilegales, en abril. Foto: Eduardo Terán / Archivo EL COMERCIO
La segunda guerrilla más antigua de Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), opera en toda la zona occidental de ese país con unos 1 300 guerrilleros. Los subversivos están distribuidos en 26 frentes rurales, uno urbano y 13 compañías móviles.
Una de las facciones más fuertes tiene como centro de operaciones clandestinas a Nariño, el departamento colombiano que limita con Esmeraldas y Carchi. Al menos 300 insurgentes se encuentran en municipios cercanos al océano Pacífico, principalmente.
Militares ecuatorianos que trabajan en la frontera norte dicen que, tras el fin de la guerra con las FARC, las incursiones en la selva se enfocarán en minimizar el impacto del ELN y de otros grupos irregulares armados de Colombia (GIAC).
Esmeraldas, y concretamente San Lorenzo, es una zona compleja, delicada, admite Félix Preciado, vicerrector académico de la Universidad Luis Vargas Torres de esa provincia.
El cantón, situado en la frontera con Colombia, ha sido frecuentemente golpeado por las operaciones clandestinas de los GIAC. Los soldados ecuatorianos han detectado que en ese territorio hay más de 20 puntos clandestinos por donde los ilegales trafican drogas, armamento y personas.
La Fiscalía ecuatoriana publicó en febrero pasado un documento denominado ‘Estudio de la situación delictiva de Esmeraldas’. Gaitán Villavicencio, sociólogo que participó en la elaboración de ese informe, señaló que la población de San Lorenzo teme, sobre todo, los delitos vinculados con el secuestro, el sicariato y los asesinatos, relacionados con el conflicto colombiano.
El ELN utiliza las zonas clandestinas de la frontera con Esmeraldas para actividades de narcotráfico y la minería ilegal.
El Centro de Recursos para el Análisis de Conflicto (Cerac) refiere que en la actualidad esa guerrilla opera en Nariño con los frentes Comuneros del Sur, Héroes y Mártires de Barbacoas, Manuel Vásquez y Guerreros de Sindagua; y las compañías móviles Jaime Toño Obando, Camilo Cienfuegos y José Luis Cabrera.
Esas facciones subversivas se aprovechan de zonas selváticas del Pacífico para la ubicación de cultivos de coca y emplean los ríos Patía y Mira para el transporte de narcóticos.
“El difícil acceso a estas zonas por la escasez de vías hace de Nariño un ‘entorno generoso’ para viabilizar la configuración” de las operaciones de ELN, advierte Cerac.
Eso lo confirman agentes ecuatorianos. Los uniformados aseguran que actualmente el océano Pacífico es el principal corredor para trasladar los estupefacientes desde Perú, Ecuador y Colombia hacia Estados Unidos y Europa.
Frente a este escenario, Fernando Noboa, máximo jefe de la Fuerza Naval ecuatoriana, advirtió que hay falencias en el control de los espacios acuáticos. Lo hizo ante el ministro de Defensa, Ricardo Patiño, en Guayaquil, cuando asumió la Comandancia, en julio pasado.
“Muy respetuosamente me permito mencionar que en la actualidad la Inteligencia en los espacios acuáticos no está siendo efectiva y esto conlleva a no alcanzar los resultados que como fuerza marítima quisiéramos”, admitió el oficial.
La Fundación colombiana Ideas para la Paz refiere que “varias de las estructuras del ELN” llegaron “a establecer alianzas con grupos al servicio del narcotráfico para garantizar su supervivencia”.
En medio de estos hechos, el presidente colombiano Juan Manuel Santos dijo que para esta semana se podría anunciar el inicio de la fase pública de las negociaciones de paz con el ELN. Quito se mantiene como sede de esos diálogos, según lo pactado en las conversaciones iniciales.
En contexto
En marzo, Frank Pearl, representante del presidente Juan Manuel Santos y alias ‘Antonio García’, uno de los jefes del ELN, anunciaron que los diálogos de paz se iniciarían en Quito. Sin embargo, eso se paró porque la guerrilla mantiene gente secuestrada.