Padres de los hermanos Martín y Nicolás permiten que jueguen algunas horas del día, luego de clases. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
Andrea G. (nombre protegido) no se explicaba por qué los dedos de las manos y de los pies de su hijo Martín estaban lastimados. Sin que él se diera cuenta, lo observó detenidamente varias horas del día y vio cómo el niño de 7 años se comía las uñas.
Sus dientes se empezaron a dañar, cuenta la madre. Martín le contó que ya no quiere estar en casa, que desea compartir con amigos. “Aunque sea llévame al supermercado”, le pide.
Familias con historias como esta se ven reflejadas en los datos del informe ‘Efectos de la covid-19 en el bienestar de los hogares ecuatorianos’, presentado esta semana por la Universidad Católica (PUCE).
Para ello se aplicó una encuesta a 1 805 hogares, entre octubre y noviembre del 2020. Un 37% reportó a niños y adolescentes sin ánimo o tristes. En un 32% hay agresividad y en el 28%, nuevos miedos. Pesadillas y dolor de cabeza son otros signos.
En este año, el Ministerio de Educación dispuso la aplicación de una entrevista sobre aspectos socioemocionales a los estudiantes. Desde la semana pasada los planteles la aplican a través de los docentes tutores, que hacen 10 preguntas a los chicos, siempre que los padres lo autoricen.
De esa forma, tras 10 meses de quedarse en casa y casi dos quimestres de clases remotas, esperan conocer cómo se sienten en el confinamiento, con quién se quedan en casa, qué les disgusta, cómo se alimentan, entre otros parámetros.
El objetivo es identificar alertas para intervenir y dar asesoría a los docentes desde los Departamentos de Consejería Estudiantil (DECE), señala Soledad Vela, subsecretaria para la Innovación Educativa y el Buen Vivir.
Por ejemplo, anota, si se identifica ansiedad o tristeza se incentivará el diálogo familiar para que el chico se desahogue. Y habrá recomendaciones para fomentar la convivencia armónica y para que se vincule a los chicos en actividades de la vida diaria.
Esta entrevista ya ha permitido actuar en algunos casos, relata Lorena Reinoso, psicóloga del DECE de un plantel fiscal de Quito. Un chico le dijo a su maestra que se siente solo. Hablaron con la madre y gestionaron acuerdos para manejar ese estado.
En otro centro particular no han encontrado problemas graves, aunque notan que los alumnos están cansados del encierro, dice Lucy Padula, coordinadora del DECE. Por eso proponen espacios de contención emocional: de diálogo, de guía y acompañamiento.
La preocupación y el nerviosismo en los hogares con niños está presente, según el estudio de la PUCE. En una escala de cero a 10, el 60% de los hogares con niños y adolescentes califica entre 8 y 10 su nivel de preocupación por el covid-19.
La quiebra de un negocio por la pandemia causó depresión a Yolanda (nombre protegido). Sus familiares no permitieron que su hijo de 7 años la vea, ya que tuvo parálisis facial. El pequeño desarrolló ansiedad.
Espacios de diálogo son saludables
La población más afectada a nivel emocional por la pandemia es la de niños y adolescentes, explica la psicóloga María José Cruz. Ellos, indica, manifiestan cualquier problema por medio del enojo.
Para manejarlo hay que destinar un tiempo para conversar en familia. “Tener ese espacio les hace mucha falta a los adolescentes y es algo que no van a pedir, hay que ofrecérselos”.
Dialogar con ellos, recuerda la psicóloga, no es sencillo. Recomienda que el adulto se ponga como ejemplo. “Si quiero que el adolescente hable, puedo decirle: no sé si a ti te ha pasado pero yo me estoy sintiendo mal. Así se va a sentir validado”.
Padres deben comprender más a chicos
Ciertos chicos no han logrado adaptarse a una nueva modalidad de vida después de 10 meses, señala la psicóloga Camila Pozo. Eso dejará en evidencia rasgos de ansiedad. “Los niños están queriendo comer mucho todo el tiempo o no quieren comer”.
Es importante que los papás entiendan que sus hijos están pasando por un proceso de adaptación. Les pide no exigir respuestas inmediatas cuando ven un problema, sino brindarles herramientas que les ayuden a adaptarse a esta nueva modalidad.
Por ejemplo, podría ser útil prepararles un horario de actividades o darles pequeños espacios de recreación entre clases.
El miedo es solo una emoción normal
El primer paso para enfrentar problemas emocionales de los hijos, apunta la psicóloga Belén Lascano, es entender que los niños se encuentran en una situación de estrés y de miedo. “El miedo es una emoción normal”.
Muchos niños presentan miedos injustificados o más intensos como el temor a morirse, a que un familiar muera o a que se enferme. “Tomemos en cuenta que un niño que está mal tiene dificultad para nombrar lo que siente, hay que ayudarle a expresarlo”.
Es importante que los padres no transfieran su angustia e incertidumbre. “Tienen el deber de darles un entorno con estímulos, también de que sientan calma”.