Edison Cosíos fue el ‘Mejía’ que se aferró más de 7 años a la vida

Miembros de la Banda de Paz del Mejía estuvieron en el velorio de Edison. Al fondo, sus padres y hermanos. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO

Miembros de la Banda de Paz del Mejía estuvieron en el velorio de Edison. Al fondo, sus padres y hermanos. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO

Manuel Cosíos y Vilma Andrade, de 53 y 49 años, acompañan al segundo de sus tres hijos, en la sala de velaciones. Foto: Armando Prado / EL COMERCIO

Seis minutos después de las 13:00 de este martes 16 de abril del 2019 llegaron sus amigos, ‘Mejías’ como él. Lo abrazaron, pese a que para entonces, a Edison Cosíos y a ellos ya los separaba la madera de la caja fúnebre. Sobre ella ubicaron la bandera amarilla y azul. En el piso, a un costado, entre los arreglos florales, acomodaron el tablón, con la cara de Alfaro.

En esa especie de escudo, que llevaban a las manifestaciones, también se leía “MCA”, siglas del Movimiento Combatiente Alfarista, que el muchacho fundó. Entonces tenía tantos sueños y el impulso para intentar cambiar el mundo.

Pero su vida quedó en ‘stop’ el 15 de septiembre del 2011. A sus 17 años fue impactado por una bomba lacrimógena, disparada con la carabina trufly de un exteniente de Policía. Edi -como le llamaban- salía de clases a las 13:00, avanzaba con sus compañeros hacia la av. 10 de Agosto. Participaban de una protesta en contra del bachillerato general unificado, incluido en la Ley de Educación Intercultural Bilingüe (LOEI), aprobada meses atrás.

Ante la violenta reacción policial volvieron a su plantel. Entonces, entre las 16:00 o 17:00, el uniformado habría ingresado e impactado al adolescente.

Su familia no olvida el hecho, que repite quedó en la impunidad. Este martes 16 de abril, en la sala de velaciones de la Ajaví y Huigra, en el sur de Quito, se revivió la escena. A través de una pantalla, colocada a pocos metros del ataúd, fue posible ver imágenes de ese día, también de momentos felices del chico con la chaqueta verde oliva del Mejía.

Su madre, Vilma Pineda, se acercó al féretro. Y su esposo, Manuel Cosíos, la fortaleció con una mano sobre su espalda y otra acariciando su brazo.

Ambos miraron con ternura al segundo de sus tres hijos, sin dejar de sollozar. Aunque el cristal impedía que tocaran su rostro, parecían hablarle. Junto a ellos se ubicaron Andrea y Andrés.

Para Andrés, el hermano mayor, estos siete años y siete meses han sido la experiencia más desgarradora del mundo. Está seguro de que Edison quiso mantenerse con vida. Cuando ni los médicos sabían si podía entenderlos, hizo una prueba.

“Sácame el dedo del medio. A mí no me saludes, pruébame que entiendes bien lo que te digo”, le pidió a su hermano entre el 2012 y 2013. Y obtuvo la señal que esperaba. “Comprendía todo, sabía lo que pasábamos. Luchaba”.

Para Andrea, la hermana menor, Edi es un ángel. “Cuidó de la unión familiar, seguirá cuidando de nosotros”. Lo dice y se detiene. Llora. Trata de calmarse. Y cuenta que todos estuvieron junto a él la noche del lunes y madrugada del martes.

Vilma, su mamá, no dejó de pedirle que se mantuviera tranquilo. “Descansa, irás al cielo, cerca de Dios, como el ángel que eres y serás”.

La mujer, de 49 años, lo recuerda y su corazón se deshace en llanto. A las 19:30 del lunes fueron por última vez al Enrique Garcés. Los médicos les comunicaron que no podían hacer nada más por su hijo.

“Teníamos que dejar que se vaya. Decidimos llevarlo a casa, para cubrirlo de amor. Estaba consciente, vi muchas lágrimas en sus ojos. Me despedí. Sufrió tanto”.

Edison, contaron sus padres, falleció tras un shock séptico. Desde enero, pasaron más tiempo en el hospital que en casa; 15 días en el Enrique Garcés y una semana en el hogar.

Las bacterias -detalló la madre- colonizaron su cuerpo, tras su estancia en el Eugenio Espejo, en el 2011. Además, tuvieron más sitios de acceso, con la yeyunostomía, traqueostomía, cistostomía, incisiones para ubicar las sondas para alimentarlo, para que el aire ingrese a sus pulmones y para drenar la orina.

Nunca se le formaron escaras por estar inmóvil. Lo cambiaban de posición en la cama, cada dos horas. Y le ponían crema. Pero enfrentaba infecciones que se manifestaban en fiebres altas, que combatían con antibióticos que lo debilitaban. El Ministerio de Salud mantuvo enfermeras las 24 horas del día. Y enviaban ambulancias para las emergencias. Aunque, su hermano recuerda que en temporadas tuvieron que importar medicamentos.

Ese 15 de septiembre del 2011 tenía 17 y medía 1,75 cm. En estado vegetativo alcanzó los 1,84, con un preparado elaborado con pulpa de res, acelga, papa, verde o yuca, que su madre hacía y le daba cada tres horas, de 07:00 a 22:00.

No alcanzó a graduarse, cursaba el segundo de bachillerato. En junio iba a cumplir 25 años y sus excompañeros lo celebrarían en su casa en la Argelia, como todos estos años. Los unió ese lazo, que hace que ningún ‘Mejía’ deje el colegio, como decía el ‘Chino’ Carrera.

La cronología

15/ 09/ 2011
Una bomba lacrimógena, disparada en el interior del Mejía, por Hernán S., impactó a Edison Cosíos. La acción fue registrada por un fotógrafo.

19/10/ 2012

El teniente Hernán S. fue condenado en primera instancia. El Tribunal de Garantías Penales lo encontró culpable de tentativa de asesinato.

15/10/2013
La Corte de Justicia redujo la sentencia al exteniente de 8 a 5 años y debió pagar USD 100 000, lo que no se cumplió. Estuvo dos años en prisión.

15/09/2012

La madre de Edison, Vilma Pineda, se encadenó en el Colegio Mejía, como una forma de exigir justicia. Denunció que el caso no avanzaba.

6/6/ 2018
Los padres de Edison informaron que el Tribunal Contencioso Administrativo no admitió la demanda contra el Estado, por extemporánea.

16/04/2019

La familia de Edison Cosíos comunicó que su hijo falleció a las 04:10. El velorio se realizó con la presencia de amigos cercanos y familiares.

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