Álex Troya, presidente del GAD de San Antonio de Pichincha, señala que Unasur trajo progreso y desarrollo a la parroquia. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Un sabor agridulce hay entre los vecinos y comerciantes de San Antonio de Pichincha por la presencia del edificio de la Unasur, cuyo actual destino ha sido cuestionado por el Presidente. El 6 de julio, Lenín Moreno anunció que empezará el trámite para que se devuelva el edificio y que se destine a la Universidad de Nacionalidades y Pueblos Indígenas.
Los pobladores aseguran que esas instalaciones, construidas con una inversión de USD 43,5 millones, no constituyeron un polo de desarrollo económico para la parroquia, tras su inauguración en diciembre del 2014.
El restaurante ‘La cabaña de Yoli’ se ubica a 50 metros del edificio. Su propietaria, Yolanda Tituaña, recuerda que al principio se incrementó el número de clientes durante un año. Luego, las ventas bajaron. “Dijeron que iban a venir bastantes turistas y no es así”. De forma ocasional, guardaespaldas, policías y militares acuden al negocio, pero son pocos. “Vivimos de la clientela que ya nos conoce”.
Boris Miranda, administrador del local Vicente’s, ubicado en el bulevar, señala que con la “construcción del edificio, todo quedó en expectativa”. Para María Hortensia Espinoza, quien dirige un restaurante de comidas típicas, la Unasur solo benefició a quienes poseen negocios a la entrada de la parroquia. A esto se suma que le perjudica la presencia de vendedores ambulantes, porque se acumulan en la acera y la gente prefiere comprar lo que está a la mano y cerca.
Juan Remache es presidente de la Asociación Bulevar, que cuenta con 45 propietarios de restaurantes, cafeterías, bodegas y carnicerías. A su criterio, la Unasur “nunca fue un beneficio” y su construcción solo “tuvo fines políticos”.
Señala que las ventas bajaron. Él tiene una cafetería y hace tres años manejaba ingresos cercanos a los USD 3 500. Ahora son de 1 500. “Al principio solo se beneficiaron quienes tienen comercios en la primera cuadra cercana al edificio. Con el resto no ocurrió lo mismo”.
Los moradores indican que Unasur tampoco vino de la mano de obras de mejoramiento para la parroquia. Hay calles en mal estado, por ejemplo.
Pero hay quienes tienen un criterio diferente y hablan de la Unasur como una panacea. El presidente del GAD de San Antonio de Pichincha, Álex Troya Sancho, cree que la infraestructura ha significado obras, desarrollo económico y aumento del turismo. También una inversión que superó los USD 236 millones.
“Antes teníamos agua potable pasando un día. Luego se desarrolló el proyecto San Juan de Calderón – San Antonio del Municipio, el cual permitió que la cobertura del líquido vital alcance al 98% de la población”, apunta. También dice que se mejoró el servicio de electricidad. En lo que respecta al turismo -explica Troya- San Antonio y otras parroquias aledañas como Calacalí, Perucho, San José de Minas y Pomasqui resultaron beneficiadas. Con base en datos recopilados por el GAD, anota que 600 000 visitantes acuden a la Mitad del Mundo anualmente.
Asimismo, la población turística flotante cada domingo es de 4 000 personas. Antes era de 500 como máximo. “La zona de atracción es la Unasur. El monumento tiene su legado propio, (pero) lo que arrastra es el edificio”. Ante el anuncio del Gobierno de que el edificio se destine a otros fines, Troya sostiene que éste no es un lugar para prestar los servicios de un centro superior y el costo resultaría muy alto para modificarlo. Asegura que en San Antonio existen 70 hectáreas que pueden ser utilizadas para levantar el proyecto de la universidad. “Tenemos mejores. Hay una infraestructura básica que ya está y que puede ser mucho más amigable con la propuesta”, manifiesta el dirigente.