Javier Remache abrió, junto con su esposa, un ‘barber shop’ al que nombró Jake. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Retomar sus antiguos negocios o iniciar nuevos emprendimientos, conseguir cupos educativos para sus hijos y un sitio para establecerse son las preocupaciones que tienen en común los migrantes retornados de Venezuela.
En Chimborazo hay una fundación, asociaciones e iglesias que apoyan a los migrantes que aspiran a reiniciar sus vidas en Ecuador, tras la crisis económica y política de Venezuela.
Una gran cantidad de migrantes salió de la parroquia Santiago de Quito, en Colta. La Fundación Juana Charco estima que al menos unas 600 personas han retornado a ese cantón en los últimos dos años. Según Daysi Lata, coordinadora de la fundación, muchos migrantes retornados tienen experiencia en fabricación de textiles, que fue la principal industria que los empleó en Venezuela, pero en su tierra natal buscan abrirse campo con nuevos negocios.
La fundación es una iniciativa familiar que se creó para apoyar a los ecuatorianos, que retornan desde Venezuela con problemas de salud y sin capital para iniciar un emprendimiento. Lata y su familia los instruyen sobre el acceso al sistema público de salud, los acercan a las autoridades y también los capacitan en educación financiera y la elaboración de un plan de negocios que les permita obtener un crédito especial para iniciar emprendimientos.
“En Venezuela no hay medicinas ni alimentos y muchos de los nuestros llegan en condiciones graves de salud. Ellos ya no conocen cómo funciona el sistema en Ecuador, nosotros les damos un carné que les acredita como migrantes retornados e intercedemos por ellos, para conseguir ayuda en las instituciones”, cuenta Lata, de 29 años.
Daniel Anilema es propietario de El Point, un restaurante de comida venezolana. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Desde que se legalizó la fundación, en octubre pasado, 120 personas han obtenido el carné de migrantes retornados.
Lata explica que muchos regresan directamente a sus comunidades y no se identifican como migrantes por desconocimiento, por lo que es difícil cuantificarlos.
El acceso al crédito es una de las prioridades de la fundación. Ellos solicitaron a BanEcuador la creación de un producto crediticio especial para migrantes, el cual está disponible desde hace tres meses.
BanEcuador entrega créditos de entre USD 5 000 y 10 000 sin garantes a los migrantes retornados de cualquier país. El dinero se entrega como capital semilla para iniciar negocios. En Chimborazo, 12 familias accedieron al crédito estatal.
Enrique Zuqui y su esposa Nancy Sánchez solicitaron USD 5 000 para abrir un taller textil y crear su marca de ropa Barak. Ellos son oriundos de Colta, pero vivieron durante 35 años en Venezuela.
Allá aprendieron todo sobre la fabricación de ropa. “Era un muy buen negocio, cada 15 días había una moda nueva y las ventas eran altas”, cuenta Zuqui. Pero la devaluación de la moneda venezolana empezó a afectarlos; el costo de las telas se incrementó y también se sumó la inseguridad, por lo que decidieron regresar.
La familia dejó en Venezuela la mayoría de sus pertenencias y enseres, pero trajeron consigo sus tijeras, los moldes y una máquina cortadora para reiniciar el negocio en la ciudad.
Ahora tienen un pequeño taller en Riobamba. Fabrican 200 camisetas cada semana y las comercializan en varias ciudades del país.
La meta es ampliar el negocio hasta convertirlo en una fábrica textil similar a la que tenían en Caracas.
Javier Remache y Keyli Pilamunga también se dedicaban al negocio textil en Venezuela, pero a su retorno al Ecuador decidieron iniciar un emprendimiento nuevo. Ellos obtuvieron USD 5 000 de crédito para fundar Jake Barber Shop, una peluquería masculina.
El negocio se inició hace tres meses y surgió tras varios intentos por subsistir. La pareja probó con la venta de ropa, de zapatos y de accesorios, pero ninguno funcionó.
Además, juntos tuvieron que superar el desafío de la discriminación. “Pese a ser ecuatorianos o hijos de padres ecuatorianos, por venir de Venezuela somos señalados”, cuenta Remache, de 31 años.
Daniel Anilema también creó un emprendimiento. Él nació en Venezuela pero sus padres son de Colta, por eso siempre se sintió identificado con Ecuador y con la cultura indígena. Él fundó un restaurante al que llamó El Point y aspira a convertirlo en una franquicia para expandirse.
Allí ofrece comida rápida venezolana y ecuatoriana; aunque también ha sentido el rechazo hacia los venezolanos, quiere que la gente de Ecuador conozca al país vecino por la comida. “A Venezuela no vamos a volver, ahora esta es nuestra casa”, cuenta.
Los emprendedores incluso se organizaron para fundar un comedor social para los venezolanos que llegan a Ecuador. Lo abren una vez a la semana.