El cerro de la cara sur de Alluriquín, en Santo Domingo de los Tsáchilas, es tan boscoso que por años fue una barrera natural que protegió de derrumbes y tragedias a los habitantes de la parte baja. Las casas, corrales y cultivos que se asentaron bajo la colina hace medio siglo no habían sufrido una amenaza tan letal como la de febrero de este año y que con las lluvias recientes se volvió a sentir.
Las lluvias registradas en el segundo mes de este año hicieron que el agua bajara en torrentes de la montaña y arrastró a su paso trozos de casas, gallinas, chanchos, el barro y grandes rocas. Este capítulo fue recordado por el presidente de la Junta Parroquial, Hugo Moreno, quien relató que el riesgo sigue latente en esta zona, que ahora es considerada una de las de mayor vulnerabilidad en la ruralidad tsáchila.
Lo hizo durante la última reunión del Comité de Operaciones de Emergencia (COE) provincial, en donde recordó que unas 10 casas fueron afectadas y otra se perdió en su totalidad. El funcionario pidió que se cumpla con un nuevo diagnóstico que permita habilitar un albergue y que se retomen los ejercicios para que la población sepa por dónde evacuar en caso de un derrumbe de grandes proporciones.
En el barrio San Miguel la gente sigue limpiando los pocos escombros que se han desprendido en estos días a lo largo de unos 800 metros cerro abajo.
En el suelo hay grietas por las que fluyen pequeñas corrientes de agua que descargan en el río Damas y que a su paso van amenazando a los oriundos del cantón Sigchos, de Cotopaxi. En San Miguel casi todos son migrantes y ahora hay unas 200 familias, la mayoría oriunda de la Sierra Centro.
Segundo López ha visto cómo aparecen cada vez más aberturas que a ratos cofunde con ‘ojos de agua‘. Para él son un peligro porque cargan el subsuelo y cuando se saturan estallan. Alejando Rivera, otro nacido en Sigchos, cuenta que eso pasó en el último invierno.
Su vivienda quedó sitiada de rocas y arbustos que con los días logró retirar para no dejarle margen a las precipitaciones futuras. López, de 76 años, perdió la casa que construyó hace 16 años en el derrumbe de febrero de este año.
En el predio, de 9m2, tenía una inversión de USD 45 000 y que hasta ahora no ha podido recuperar porque el ofrecimiento de las autoridades se quedó solo en trámites. Vive en casa de un vecino que tiene una finca en la parte alta del cerro. Desde esa parte recuerda con nostalgia cuando el fenómeno acabó con los dos pisos de su casa, en la que vivía con su esposa.
La versión de las autoridades es que loma arriba hay un estero que se llama Selva Alegre y que de volverse a desbordar provocaría la abrupta bajada de una parte de las entrañas del coloso.
Hugo Moreno, indicó que es necesario que se considere a toda la franja del cerro, que sigue hasta la Unión del Toachi, otra de los poblados que está amenazado por un probable desprendimiento de un cerro.
Según el gobernador, Miguel Orellana, en Alluriquín se mantiene diseñado un plan en caso de emergencias y que se activa con alarmas comunitarias, zonas de evacuación y albergues, entre ellos se cuenta al coliseo Raúl Osorio. El Patronato informó Municipal que cuentan con unas 1 000 raciones alimenticias en caso de alguna eventualidad.