La casa de hacienda antigua quedó vacía. El espacio central donde había computadoras, una pantalla de televisor, alarmas y otros instrumentos fueron llevados a Quito.
Desde esa propiedad, ubicada en la comunidad de Guadalupe del valle del río Patate, se vigiló la actividad eruptiva del volcán Tungurahua, que empezó en septiembre de 1999.
Tras 18 años de operaciones, este sistema de vigilancia presencial fue trasladado al Centro Terras, que funciona en las instalaciones del Instituto Geofísico en la Escuela Politécnica Nacional (Quito).
El jueves 2 de mayo fue el último día que los técnicos del Geofísico trabajaron en el Observatorio del Volcán Tungurahua (OVT), como se llamaba a esta base de operaciones.
El espacio principal de la casa de hacienda estaba ocupado por los instrumentos de vigilancia, que fueron llevados a Quito. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Ese día registraron los datos que llegaron de los instrumentos instalados en las faldas del volcán, antes de apagar las computadoras y pantallas que recibieron informaciones sobre la sismicidad, el descenso de lahares, el movimiento del magma y otras alertas del comportamiento del coloso.
También se apagó la central de radio, a través de la cual los especialistas escucharon los reportes diarios de los 43 vigías del volcán, distribuidos en las provincias de Tungurahua y de Chimborazo. Ahora se busca el mecanismo para mantener el contacto con los vigías. En el volcán aún hay el descenso de lahares y se necesita su ayuda e información.
El traslado de este sistema fue adoptado debido a que la actividad ha llegado a niveles extremadamente bajos. “En la actualidad ya no existe ningún indicio de que el coloso se mantenga activo tanto en el monitoreo instrumental como satelital; es decir, el OVT y todos sus técnicos cumplieron (con su trabajo)”, comenta Patricio Ramón, coordinador del Instituto Geofísico.
En esta fotografía captada el pasado martes 15 de mayo de 2019, la sala del Observatorio luce vacía, luego del retiro de los equipos del Instituto Geofísico. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Ramón, quien es uno de los técnicos que vigila el Tungurahua, cuenta que tras las primeras señales de reactivación resolvieron que además del monitoreo con los instrumentos y equipos en Quito se requería uno presencial, es decir, con los técnicos en el sitio.
A fines de 1999 se observó una actividad sísmica importante, se notó la deformación del edificio volcánico y emisiones de gases. Ahí decidieron instalar el primer observatorio del volcán, que en un inicio estuvo en el complejo Los Pinos de propiedad de Hidroagoyán, en el cantón Baños.
Con el cambio de alerta amarilla a naranja fueron a la propiedad de Marcelo Llerena en Guadalupe, donde trabajaron hasta el 2001. Luego se trasladaron a la casa de hacienda de la familia Chávez, donde funcionó hasta inicios de este mes.
En esta imagen del 2004 se observa a una técnica en el Observatorio del Volcán Tungurahua, durante el monitoreo. Foto: Archivo EL COMERCIO
Ramón explica que la base de Guadalupe fue un lugar estratégico, porque podían mirar lo que ocurría en el macizo. También mantuvieron un contacto inmediato con la comunidad y las autoridades. “Desde ese sitio estratégico logramos salvar la vida de la gente de más de 52 comunidades de Tungurahua y Chimborazo ubicadas en las faldas del volcán. Las alertas tempranas funcionaron para que las autoridades realizaran las evacuaciones oportunas”.
Según el especialista, la actividad volcánica más importante fue en el 2006, 2008, 2010, 2011, 2012 y hasta el último episodio eruptivo a finales del 2016. Ahora, ese monitoreo es virtual desde Quito.
El Geofísico explica que este observatorio virtual cuenta con toda la información generada por los instrumentos instalados en el volcán. Estos son 10 sismómetros, 5 inclinómetros, 4 GPS, 2 detectores de SO2, 3 cámaras visuales y 8 detectores de lahares.
De esa manera -indica la entidad- “la vigilancia instrumental en tiempo real se mantendrá con los mismos estándares y prácticas”, como funcionó durante todos estos años en Tungurahua.
Ramón recuerda que pese a las alertas cinco personas murieron el 16 de agosto del 2006. Ellos fueron evacuados de Palictahua (Chimborazo), pero retornar a sus viviendas y el descenso de un flujo piroclástico los sorprendió.
Ese recuerdo aún lo tiene presente Serafín Medina, exdirigente de la comunidad de Palictahua. Con la alerta de los vulcanólogos en Guadalupe evacuaron a todas las familias. “Caso contrario, el número de muertos habría sido mayor”.
El exalcalde de Baños, José Luis Freire, sintió nostalgia por el cierre, porque el OVT fue parte de la ciudad de Baños y de las autoridades para adoptar decisiones en los momentos más críticos de la actividad de la Mama Tungurahua.
En ocasiones se amanecían con los técnicos. “Fue el lugar donde se concentraron técnicos, ministros y presidentes de la República, para analizar la situación del coloso”.