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44 vigías de 2 provincias en riesgo monitorean el volcán Cotopaxi

Néstor Condorcana, del barrio Bellavista, comunica a través del radio handy las manifestaciones del Cotopaxi. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Néstor Condorcana, del barrio Bellavista, comunica a través del radio handy las manifestaciones del Cotopaxi. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Néstor Condorcana, del barrio Bellavista, comunica a través del radio handy las manifestaciones del Cotopaxi. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

José Chuqui se despierta todos los días a las 05:45 para observar al volcán Cotopaxi. Este vecino del barrio Ticantilín de la parroquia Mulaló es el responsable de monitorear visualmente al coloso. También, vigila si el río San Elías, que nace de los deshielos y que está cerca al pueblo, incrementó su caudal o hubo lluvias en la zona.

Una hora más tarde, los apuntes que hace en un cuaderno los transmite por una radio handy que el Sistema de Seguridad ECU 911 le entregó para que reportara cualquier anomalía en el Cotopaxi.

La información llega al centro de monitoreo del ECU 911 de Quito y de Latacunga, y al Instituto Geofísico, que monitorea al coloso.

Chuqui es uno de los 44 vigías voluntarios que observan la elevación en proceso de erupción desde el 14 de agosto. Están repartidos en las parroquias y comunidades ubicadas en las zonas consideradas de alto riesgo de las provincias de Cotopaxi y de Pichincha.

Ticantilín es el poblado más cercano al macizo. Está a 13 kilómetros de distancia en línea recta y de darse una posible erupción tendría 20 minutos para evacuar a las 60 familias hacia el sitio de seguridad ubicada en Chinchín de Robayos.
En el pueblo de casas de ladrillo y techos de teja, la gente se dedica a la agricultura. La mayoría de sus moradores es de la tercera edad y requieren de una mayor atención en caso de una emergencia. “Ellos deben salir con ayuda de la Policía y el Ejército”, asegura Chuqui.

Desde que asumió esa responsabilidad, hace 15 días, no se ha separado del radio de comunicación. Su casa de una planta es uno de los lugares claves para ayudar en la seguridad de sus vecinos. La información que recibe de los técnicos del Geofísico sobre el macizo trasmite a diario a quienes desde la mañana llegan a su modesta vivienda para preguntar.

El martes último, Chuqui se alistaba para entregar su segundo de tres informes que emite cada día. Con voz clara detalló que desde la mañana el volcán estuvo nublado. Y que el caudal del afluente fue normal.

Eso tranquilizó a Blanca Almache, que vive con su hija quien sufre con discapacidad. Antes no sabían lo que sucedía, pero con la ayuda de Chuqui están enterados todos los días de la actividad del volcán.

En el centro poblado de Mulaló, Mario Rocha, presidente de la parroquia y vigía del coloso, realiza su tarea desde la iglesia del pueblo. El centro poblado está casi vacío, pocas personas caminan por las estrechas calles. “No se ha despejado, creo que así se mantendrá todo el día”, comentaba.

Rocha se muestra optimista y servicial, pues cree que su labor como voluntario es importante para los técnicos que monitorean al Cotopaxi.

El hombre, de 60 años, aprendió el significado de un lahar, un flujo piroclástico y una emisión de vapor cargado con ceniza. Lo aprendió en los cursos de capacitación dictados por Patricia Mothes, jefa de Vulcanología del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional.

Confiesa que con la red de comunicación se siente más tranquilidad en la gente, porque les informa de manera inmediata.

En la parroquia, los presidentes de 12 de los 24 barrios que están en el área de alto riesgo son vigías que reportan sobre el estado del Cotopaxi a las 07:00, 12:00 y 17:00. También, están en las parroquias aledañas como Tanicuchí, Pastocalle, Guaytacama y Toacazo.

Eso alegra a Patricia Mothes. Esa labor de los guardianes del volcán es de hormiga, porque está en el sitio para ver, oír y sentir. Al ECU 911 y al Geofísico llega la información de todos los vigías que viven alrededor de las faldas del coloso. Ellos les comunican lo que consideran transcendental. “Es importante, porque hacen una relación de cómo estuvo el volcán hace cinco días y en tiempo real cómo está ahora y podemos sacar conclusiones”.

Según Mothes, la labor de los voluntarios es exitosa en el volcán Tungurahua, porque su monitoreo es comunitario y cree que la labor va a ser similar en el Cotopaxi. La técnica es la encargada de la capacitación sobre los riesgos del volcán. “La gente poco a poco está captando esos conocimientos y eso es positivo”.

En el puente de Aláquez está Néstor Condorcaja del barrio Bellavista. A diario recorre caminando dos kilómetros desde su casa para observar al coloso que está cubierto por las nubes.