Un dispositivo nocturno permitió observar un brillo en el cráter del volcán Tungurahua la noche del lunes. Eso y una columna de vapor de un kilómetro son lo único que se pudo divisar del coloso en los últimos meses.
Según los técnicos del Instituto Geofísico (IG), el macizo ha permanecido en calma desde su último proceso eruptivo, del 14 de julio. Sin embargo, la presurización (aumento de presión) y la movilización interna de fluidos en el cráter hacen que la vigilancia permanente se mantenga.
Patricio Ramón, técnico del Observatorio del Volcán Tungurahua (OVT), explica que la actividad del coloso es relativamente baja. “Pero la aparente formación de un tapón a nivel del cráter puede dar lugar a que el magma que está por debajo del volcán, que tiene gases y fluidos de diferente naturaleza, puedan incrementar la presión interna y eventualmente sin precisar una fecha se presente un nuevo período eruptivo”, dice Ramón.
El experto adicionalmente descarta que actualmente se experimente un nuevo pulso explosivo. De acuerdo con el registro del OVT la tarde del lunes se apreció que la actividad superficial era nula.
Hasta la tarde de ayer (15:00) y pese a que el cielo estuvo despejado no se observaron movimientos en la superficie del coloso.
Las lluvias presentes en los últimos días en la zona del volcán causaron el descenso de agua lodosa que incluía ceniza, especialmente por la quebrada de Achupashal, en el occidente del Tungurahua.
Sin embargo, los técnicos del OVT recomiendan a las personas extremar los cuidados al circular por los caminos y carreteras que cruzan las quebradas por las que descienden los flujos o se forman deslaves y por las zonas que en ocasiones pasadas se vieron afectadas por este tipo de fenómenos.
En julio pasado, seis provincias resultaron afectadas por la caída de ceniza. El material volcánico cayó sobre Chimborazo, Bolívar, Tungurahua, Los Ríos, Manabí y Guayas. La columna de ceniza alcanzó los 8,3 kilómetros y fue divisada en Quito y Latacunga.