De los cerros que bordean el noroeste de Guayaquil brotan cientos de casitas de caña y ladrillo. De sus entrañas, como si fueran venas, surgen extensos callejones de tierra arcillosa.
A diario, Cristóbal León contempla el paisaje desde su puesto de frutas en el bloque 6 de la cooperativa Flor de Bastión. “Hace 20 años todo era distinto”, y señala una loma lejana, arropada con árboles gigantescos. “Esto se pobló con la Perimetral”.El hombre de cabello canoso recuerda que su primera visita al lugar, junto a cinco compañeros, fue una aventura. Sobre las zanjas que rodeaban los lados de la vía colocaron tablas como puentes. Desde ahí les aguardaba una caminata de más de una hora. “Era como el campo, había venados y vacas. Unos tres años después ya entraban unas camionetas que les decíamos rancheras”.
Por el terreno donde vive pagó 1 200 sucres. Con machete en mano, cuenta que arrancó la maleza para levantar su primera casa, de madera. “Solo éramos seis familias, ahora es otra ciudad”.
Hoy, los 22 bloques del populoso sector de Flor de Bastión están enlazados por un afluente de asfalto que nace en el kilómetro 22 de la vía Perimetral. Según los registros municipales, en este sector de 285,63 hectáreas, viven 64 907 personas.
Sus calles zigzagueantes son cómplices de una mezcla de identidades: gente de la Sierra, Manabí, Esmeraldas y de varios cantones de Guayas encontró refugio en este lado de Guayaquil.
Dolores Valencia llegó hace 14 años desde Manabí. En ese tiempo recuerda que solo entraban los buses de la línea 68 y unas furgonetas. Ahora hay cinco líneas y también circulan los alimentadores de la metrovía.
La historia de la Flor de Bastión surgió con Carlos Castro, uno de los protagonistas de las invasiones de tierras en Guayaquil. En los diarios de la época, Castro se autocalificaba como “un defensor de la gente en la lucha por legalizar sus tierras”.
En 1988 creó Bastión Popular, en el km 14 de la vía a Daule. Ahí se alojaron 50 000 personas.
Ese año fue decisivo para los nuevos asentamientos. Rodrigo Borja y Abdalá Bucaram se disputaban la Presidencia. Y Castro extendía su territorio, creando Flor de Bastión. Cuando se ordenó el desalojo ya era tarde. Había 4 000 personas asentadas.
‘Baleriolandia’ agrupa a 130 073 habitantes
El eco de una tecnocumbia vibra en las calles de la cooperativa Balerio Estacio, otro de los grandes asentamientos ligados a la vía Perimetral. El sonido viene de una tricimoto, que serpentea por el camino, esquivando los baches.
Atrás quedó la bulla del mercadillo que rodea la entrada de la 8, la vía principal de la Balerio. En mesitas o en toldas tendidas en el piso, los vendedores ofrecen pollos, legumbres, frutas’
Félix Rosado ha sido testigo del rápido crecimiento del lugar. Las arrugas en su rostro son una huella. “Llegamos hace 14 años, pero solo éramos cuatro: la señora Flor, Santo Toala, Toño Espinoza y quien le habla”. Ahora son 130 073 habitantes.
Su vecina, Nancy Salazar, llegó un poco después. Recuerda que un bus la dejaba en la Perimetral y desde ahí caminaba hasta dos horas. “Había que entrar a caballo o en burro. Ya después entraron unas camionetas con banquitos de madera en el balde”.
Hoy la Balerio Estacio es una miniciudad y la puerta de entrada al Guayaquil que sigue creciendo. Detrás de ella se extienden la Sergio Toral, el Monte Sinaí, la Ciudad de Dios’ El límite de la urbe se sigue ensanchado.
“Esto es Baleriolandia. Hay dos escuelas que se llaman Balerio Estacio, un centro de salud, una línea de buses, las tricimotos’”, bromea José Carlos Mero.
El nombre del líder popular, que con el tiempo se convirtió en político del PSC, está grabado en las esquinas. En las paredes de los negocios o en las puertas de las casas es común la propaganda de Alianza País, que catapultó al creador de esta cooperativa a la Asamblea Constituyente.
Una isla enclavada entre la Perimetral y el Estero
La canoa era el único medio para llegar a la Isla de los Condenados. Ese era el nombre de la Isla Trinitaria hace casi 30 años.
Un laberinto de puentes de caña se tendía sobre los ramales del estero Salado, en el sur de Guayaquil. Luis Jerez lo recuerda bien.
El dirigente revive los inicios de este asentamiento cuando recorre la cooperativa Vencer o Morir, una de las más recientes, donde el serrucho y el martillo dan forma a los hogares sobre el agua.
De su expansión también es cómplice la Perimetral. En 1987, cuando un dólar constaba 500 sucres, el consorcio Agromán-Dragados desbrozaba el terreno para construir la nueva vía rápida. El trabajo se distribuyó en tres tramos: La Aurora-Pascuales, Pascuales-Vía a la Costa y Vía a la Costa-Puerto Marítimo. En este último, las invasiones ganaban espacio, en especial en la zona denominada Isla San José.
Así lo reflejan los diarios de ese tiempo, en fotos blanco y negro. “Las casuchas levantadas junto a la futura vía Perimetral dificultan la labor de la contratista”, dice una página amarillenta del 20 de septiembre de 1987.
Dos años después, con el relleno hidráulico, la marea humana que llegó a la Isla fue incontrolable. En 1990 agrupaba a 18 566 habitantes. Ahora son 91 028.
Pero el tiempo no ha cambiado el panorama. El polvo cubre las calles. La basura flota en el estero. La inseguridad. Cientos de cordeles multicolores se balacean en medio del entramado de cañas que sostiene a las endebles viviendas.
Manuel Tumbaco vive justo debajo del segundo puente de la Perimetral. Desde el portal de su casa mira a diario el paso acelerado de buses y tráileres. “Este pedazo de tierra es mi herencia. Aquí llegué a los 4 años”.
Son 433,01 hectáreas en donde se asientan 70 cooperativas. Entre estas, Polo Sur, Américo Vespucio, La Fuerza de los Pobres, Al fin unidos venceremos, Che Guevara, Nigeria, donde el ritmo de la salsa delata a los esmeraldeños anclados en Guayaquil.